OPINIÓN|
En un país con profundas desigualdades sociales, racista y excluyente como el nuestro, donde la pleitesía a la personalidad es la tónica en su historia política, gobernados por mucho tiempo desde la tarima y las redes sociales causa “sorpresa” el intenso y encendido debate que se vive dentro del Movimiento Indígena porque, sin duda, refleja su total ausencia en las organizaciones políticas. No es la primera vez que los pueblos y nacionalidades indígenas nos enseñan que los liderazgos en sus organizaciones responden a sólidas estructuras internas, con alto grado de participación, donde las diferencias de pensamiento se resuelven a la hora de mirar el interés comunitario, de allí que los intentos de provocar o mostrar división e incluso avivar polémicas internas responden a claros intereses electoreros. La devastada situación del país exige un amplio y profundo debate que transparente intenciones y dé respuestas claras y concretas, sin maquillajes o discursos mesiánicos frente a un Estado fallido acosado por deudas impagables, por empresas mineras a las que se les ha repartido el territorio nacional, por fuertes redes de corrupción y narcotráfico, por la desconfianza general de la sociedad frente a sus instituciones. (O)