OPINIÓN|
En el tablero político ecuatoriano ya se inició el movimiento, las conversaciones y la falta de unidad alimentan el desconcierto y prima el fraccionamiento de inexistentes partidos, de ideologías vacías y de ambiciones personales. Esta nueva elección está revestida de complejos problemas resultado de pretensiones grupales y de la pandemia, que como no podía ser de otra manera afecta al “normal” desenvolvimiento de un proceso eleccionario. No es de extrañarse la ausencia de un verdadero interés del electorado por participar en un acto que no vislumbre mejoras para el pueblo engañado eternamente. Somos testigos de un verdadero descalabro de la sociedad como resultado de las felonías cometidas por quienes dicen representar los más caros intereses. Hemos conocido a “políticos”, artistas de la mentira que engañan en base a ofertas de contenido falso utilizando el hambre y las necesidades del pueblo para así ocultar la verdad, en tanto los artistas mienten para decir la verdad.
De último rato se mueven fichas, se improvisa, se maltrata el ejercicio de la Política, cumpliéndose aquella frase coloquial de que la entrada al infierno está empedrada de buenas intenciones. Hemos de insistir en la ausencia de partidos políticos, de ideologías robustas que direccionen un proceso, de planes de gobierno y de equipos que garanticen la conducción positiva de un gobierno. Más tarde veremos los fracasos, los pillastres, la lentitud jurídica como compañera de la impunidad, el hambre y la desesperanza.
Esta ocasión acompaña la pandemia al desinterés que el pueblo siente, salvo los interesados que se adhieren al aspirante en busca de conseguir trabajo en un Estado quebrado y famélico, como sí eso representase la verdadera identidad de nacionalidad que definitivamente no existe en las mayorías. (O)