OPINIÓN|
Las ideologías políticas, ayudan a construir la personalidad y desarrollar la autoestima; pero el problema surge cuando llegamos al fanatismo, eso permite formar grupos ultras de izquierda o derecha, que miran como peligro a las otras ideologías que no concuerdan con la suya, en este estado se genera violencia verbal o física, y se vuelven enemigos irreconciliables. Hay fanáticos idealistas, que trabajan a favor de un ideal que profesan, sin comprender que hay personas que no comparten sus puntos de vista y tienden imponer su ideología a los demás a “sangre y fuego”, porque están convencidos de que su ideal es el único que merece la atención. Hay un grupo pacifico y que es el mayoritario que no es fanático, mostrándose silenciosos, o excéntricos. Son personas inmersas en su fantasía, alejados de la realidad política, viviendo una ficción en franca ruptura con el ambiente que les rodea. Los grupos de izquierda o derecha, se declaran democráticos y tildan a los demás de reaccionarios. La izquierda revolucionaria se describe como movimientos, partidos y gobiernos que sostienen posiciones radicales de izquierda y promueven en teoría el igualitarismo, aunque en la práctica se olvidan del pueblo y se aprovechan de él, saqueando el arca del estado en beneficio personal. A sus adversarios, los persiguen hasta exterminarlos, ejemplo el fanatismo político desatado en Venezuela, ha cobrado víctimas inocentes que han sucumbido ante las balas de las llamadas “fuerza de Choque”, sin advertir que todos son perdedores y la Patria de Bolívar se desangra innecesariamente. En nuestro país la llamada Revolución Ciudadana, abusó del poder en todos los órdenes, dejando un país en quiebra y los opositores fueron vejados, humillados, procesados civil y penalmente por los crápulas, es decir que fue una década en donde imperó la fuerza antes que la razón, por eso en las próximas elecciones debe haber un voto razonado y no fanático. Si no queremos volver a fracasar. (O)