La plataforma de la Organización Mundial de la Salud (OMS) creada para garantizar a todos los países, sean ricos o pobres, un acceso equitativo a una o más vacunas contra la COVID-19 está basando sus negociaciones en la estimación de un producto que costaría entre diez y once dólares.
«Las diferentes tecnologías tienen precios diferentes, todavía no sabemos el precio final… pero se está trabajando con una estimación de diez a once dólares por dosis», dijo a Efe la directora adjunta de la OMS para el acceso a medicinas y productos sanitarios, Mariângela Batista.
La OMS está adelantando esfuerzos para que evitar que los países con más recursos acaparen las vacunas cuando éstas salgan al mercado.
El precio final dependerá del tipo de vacuna y, sobre todo, de la tecnología que se utiliza.
Si se trata de una tecnología bien conocida desde hace tiempo y fácil de reproducir, como la de los virus inactivados, sería viable aumentar la capacidad de producción a un precio menor de cinco dólares.
En cambio, tecnologías más avanzadas como la del RNA y DNA – consistentes en tomar pequeñas partes del material genético del propio virus en la cantidad justa para generar una respuesta inmunitaria – podrían costar más, hasta 30 dólares por dosis.
La alianza público-privada GAVI, que trabaja desde hace dos décadas en favor del acceso a las vacunas en países pobres, ha sido encargada por la OMS para negociar los contratos con los países que desean participar en su plataforma de vacunas, conocida como COVAX.
Según Batista, un precio medio de 10 a 11 dólares «toma en cuenta todos los riesgos y compras agrupadas de diferentes vacunas».
«Algunos países pueden considerar que este precio es demasiado alto, pero se necesita tener una base estimada para negociar estos contratos», agregó.
El próximo día 18 se cumple el plazo para que los países con capacidad de financiar la compra de vacunas confirmen su participación en COVAX e indiquen cuánto dinero están dispuestos a poner, una inversión que no solo les garantizaría cierto número de vacunas, sino que también financiaría a los países que no pueden pagarlas.
Por el momento, 80 países han manifestado interés en asumir ese compromiso y otros 92 han sido elegidos para recibir apoyo de la plataforma.
El principio que se aplica es que ningún país, por más rico que sea, estará libre del coronavirus hasta que todos los países lo hayan derrotado en un mundo interconectado.
Nueva Zelanda ha sido un ejemplo de ello. A mediados de agosto, tras cien días sin reportar casos de COVID-19 y cuando la vida había vuelto a la normalidad, las autoridades sanitarias confirmaron que se había detectado un nuevo grupo de casos.
Del otro lado de la ecuación, COVAX puede interesar a la industria farmacéutica en la medida en que las compras agrupadas le permitirían asegurarse la venta de cientos de millones de dosis.
La OMS estaría encargada de su distribución a cada país participantes en COVAX sobre una base de igualdad y con el objetivo de cubrir al 20 % de cada población para finales de 2021, lo que permitiría proteger en una primera fase a personal sanitario y personas mayores.
El reto financiero es faraónico y la OMS ha calculado que se requerirán 18.000 millones de dólares en los próximos 16 meses para la producción de las 2.000 millones de dosis requeridas para cumplir esa meta.
Los expertos de la OMS están convencidos de que habrá «vacunas», en plural, porque todo apunta a ello, pero de lo que no están seguros es de si habrá una primera que tome distancia de las demás.
A pesar de que las más grandes marcas de la industria farmacéutica están abocadas al desarrollo de vacuna y tratamientos para la COVID-19, la OMS ha llamado al realismo y ha advertido de que las primeras vacunaciones para grupos de riesgo podría realizarse como muy pronto a mediados del próximo año.
Para la población en general la espera será más larga. Lo más probable es que hasta 2022 no hayan campañas de vacunación masiva contra la enfermedad que ha causado más de 27,5 millones de infecciones en poco más de ocho meses.
En medio de la impaciencia por una vacuna, el anuncio de la farmacéutica sueco-británica AstraZeneca de que paraliza el ensayo clínico de su vacuna por la enfermedad inexplicable de uno los participantes (en curso de investigación) ha sido una ducha de agua fría.
El hecho ha servido para que la OMS recuerde que el apuro no puede hacer perder de vista que cualquier vacuna debe cumplir todas las fases para garantizar su seguridad y eficacia.
«Cuando se empieza a probar una vacuna con 30.000 o 40.000 personas, es allí cuando se pueden ver los efectos secundarios que no aparecen en un grupo pequeño», explicó Batista.
«Es una buena noticia que se puedan detectar los efectos secundarios antes de que la vacuna llegue al mercado, pero es mala noticia que tengamos una vacuna que parecía muy prometedora y que está teniendo resultados negativos en el ensayo», señaló.
Por el momento, otras ocho candidatas a vacunas están en el portafolio de COVAX (tres de EEUU, una de Alemania, una de Australia, dos de China y una de una cooperación franco-austríaca-estadounidense). EFE