OPINIÓN|
A sabiendas que las consultas populares sobre proyectos mineros, solamente pueden hacerse a nivel nacional por tratarse de temas estratégicos, el cabildo cuencano quiere utilizar este mecanismo en su jurisdicción, so pretexto de precautelar las fuentes de agua. Más de treinta años que venimos en lo mismo. Múltiples estudios técnicos han descartado el peligro de contaminación hídrica, además de reiterar que la utilización del líquido vital no es incompatible con el extractivismo responsable. Y Ecuador está demostrándolo en grandes obras al respecto, para superar la concepción de ser mendigo sentado en bases de oro.
Sin los metales regresamos a la época de las cavernas. Verdad comprobable mirando rápidamente a nuestro alrededor: la cocina, el comedor, el dormitorio, los servicios básicos, la estructura de la vivienda; luego las comunicaciones (teléfono, computadora, internet), el transporte (auto, tren, avión, bicicleta), maquinaria de toda índole, el lugar de trabajo.
Lo paradójico es que estos referendos, así como la oposición de ecologistas a la explotación de las riquezas del subsuelo, van contra la minería industrial menos contaminante que la artesanal, practicada en nuestro medio desde año atrás. Tampoco es cierto que las concesiones sean leoninas, y se haya entregado el territorio a las transnacionales. Porque operan bajo estrictas condiciones, siendo las únicas capaces de arriesgar grandes capitales a largo plazo con la tecnología requerida.
Cuencanos: no desperdiciemos tiempo, dinero, recursos humanos en plebiscitos locales sobre minería, que ya fueron desechados por la Corte Constitucional. Exijamos que las cosas se hagan bien, para reactivar la economía deprimida por la caída en el precio del petróleo, la menor demanda internacional de materias primas y la pandemia. (O)