OPINIÓN|
Para algunos sectores de la sociedad, particularmente los medios de comunicación, la sentencia llevada a casación por el caso denominado “Sobornos”, una vez reafirmada la misma por el tribunal que conoció esta acción, se trataría de una “sentencia histórica”.
Cabe discrepar de ello, por cuanto lo verdaderamente “histórico” es el estado de impunidad que vive la sociedad ecuatoriana, respecto a lo que cabría calificar como delincuencia política, la cual lejos de terminar con el correísmo, ha continuado en este post correísmo morenista, a través de los sonados y escandalosos casos de los hospitales públicos, incluidos los del IESS, y el clamoroso delito del robo de los recursos para la construcción del hospital de Pedernales, por obra de una bien orquestada planificación, en la cual según las investigaciones habrían intervenido desde ex altos funcionarios de salud, hasta legisladores.
Pobre consuelo es que las sentencias por el “Caso Sobornos”, se hallen ratificadas y en firme, cuando de las decenas de implicados, solo unos cuantos que, para contarlos con los dedos de una sola mano, sobrarían dedos, se hallan fuera del país, en calidad oficialmente de prófugos, pero según ellos como “perseguidos políticos”, a pesar de los millares de fojas de los procesos donde comprobaron los delitos cometidos.
En nuestra época la política y la ideología pretenden cubrir los estercoleros de la corrupción, en una maquiavélica pirueta que socapa a los corruptos, siempre que sean “de nuestra ideología y partido”, para culpar de ello a los que no piensan igual, verdadera perversión de las ideas y la praxis política, que se suponía desde la antigua Grecia que eran virtuosas es decir en favor de los gobernados.
Ahora, al parecer, se gobierna en contra de los gobernados y para favorecer a sus círculos, en tanto la justicia, triste es decirlo, se convierte en una especie de retórica judicial, lenta y tortuosa que sentencia cuando los culpables se encuentran “a buen recaudo”, y no solo eso, sino que internacionalmente gozan de un falso prestigio de “mártires políticos”, o de víctimas de sus enemigos, cuando de verdad se trata de oprobiosos cometimientos de delitos al amparo del poder político. (O)