Uno de los problemas de nuestro tiempo es la creciente necesidad de los ciudadanos de movilizarse en vehículos motorizados. Los trastornos en el deterioro de la calidad del aire debido a la contaminación de los combustibles que posibilitan su movilidad son evidentes, a causa de la creciente movilización. Su circulación, sobre todo en los centros urbanos, da lugar a problemas de aglomeración cuya solución no es fácil. De todas maneras, su uso es una necesidad imprescindible, ya que los habitantes tienen que trasladarse a ligares de trabajo y por el traslado de bienes de consumo propios de nuestra sociedad predominantemente urbana.
La pandemia que afrontamos ha llevado a restringir esta forma de movilidad con limitaciones en la circulación de vehículos, lo que altera el ordenamiento que se ha consolidado a lo largo de los años. Se han tomado decisiones nacionales mientras estuvo vigente la excepción, pero al retornar de una manera u otra a la normalidad, son los gobiernos seccionales los que tienen que asumir esta responsabilidad que, en cada caso, puede ser diferente y complica la comunicación intercantonal, lo que da lugar a situaciones de confusión, con las consiguientes molestias de quienes trabajan y viven, en zonas muy cercanas. Han aparecido problemas, lo que importa es buscar soluciones.
Ejemplo claro es el que ocurre en Guayaquil que, políticamente, es un cantón con límites, pero el conglomerado urbano va más allá de esta división. Samborondón y Durán son cantones diferentes, pero son parte del área urbana. Mientras en Guayaquil se han establecido restricciones de tránsito, en los otros dos hay libertad. Muchas personas viven en uno de estos lugares y trabajan en otro, debiendo diariamente movilizarse. Igual ocurre con la interrelación entre producción y consumo, lo que genera problemas por el no acatamiento de las decisiones. Lo razonable es, cuanto antes, llegar a acuerdos entre estos cantones, medida que debía haberse tomado antes de estas discrepancias.