Por: María Rosa Crespo
Hace 18 años como ahora no llegaban las lluvias. Se sucedían los días calurosos con un sol incandescente, las noches de heladas, del río Tomebamba solo su esqueleto de piedra; tras los rojos atardeceres descendía sobre la ciudad una espesa bruma causada por la quema de los montes. Un ambiente ideal para los sucesos que ocurrían la noche del 4 de noviembre de 1985 cuando los morlacos, todavía chuchaquis por tanto festejo, se pegaron el susto de su vida. Comenzaron las llamadas por teléfono, los golpes en puertas, luego altavoces y emisoras para anunciar la proximidad de un terremoto previsto para las 3 de la mañana. Cedamos la palabra a José Edmundo Maldonado, quien pocos días después de tal suceso nos dio un resumen de los hechos a través de Diario “El Mercurio” bajo el título de “la noche de los giles”. ¿A dónde van los 148.243 cuencanos y medio envueltos en ponchos, bufandas, cobijas, casacas de ir al Cajas y chalinas? Van a ver el terremoto anunciado para las 3 de la mañana, pero como es hora cuencana a lo mejor queda para las 3 y media… se ponen en cruz los ateos, se golpean el pecho los comunistas, se ríen los curuchupas pero de miedo… el terremoto no llega, seguro no hay presupuesto, Cuenca ni un terremoto bueno puede tener… las 4 de la mañana, no es cierto claman los locutores… desaparecen los asustados, estuve en la calle por nota dicen, pero todavía se mueven las quijadas como las de los esqueletos…” (O)