OPINIÓN|
Existen árboles que se identifican con tradiciones míticos de los pueblos, en la medida que representar un pilar de identidad fundacional; los hay que, por su utilidad como sustento, definen tradiciones culturales ligadas a ritos y celebraciones del calendario agrícola; como los hay aquellas que diversifican un paisaje y generan tradiciones culturales vernáculas; y otros que por su condición de endémicas y sustentadoras de perspectiva y biodiversidad, son emblemáticos de un lugar.
Constituido en esos parches verdes, inconfundibles, en la inmensidad del pajonal, el Polyleptis reticulata, “quinua” o ”árbol de papel” se encuentra formando pequeños bosques, bosquetes remanentes posiblemente, de inusual belleza por su frondosidad y la exótica esbeltez de sus troncos y ramas de color canela anaranjado, deshojándose en finas láminas de seda, cual, si fueran “árboles del papel”, como también se los conoce, los bosques de polylepis definen el paisaje del Cajas y albergan una gran biodiversidad, hábitat ideal para avistamiento de aves y otras especies endémicas del lugar, como de finos manantiales que corren entre sus esponjas para originar los nacimientos que alimentan sus lagunas y ríos, reserva natural del agua de nuestro presente y futuro, constituyen entornos de creciente interés turístico y por lo mismo de mayor protección, como son los bosques de la Toreadora y San Luis, de la Luspa e Illincocha, nuevamente en peligro, y tantos y tantos más.
El Polylepis, en nuestros páramos y en el Cajas más específicamente, formando esos parches verdes como acuarelas de luz que rompen la monotonía del pajonal; garantizando reservas de biodiversidad, belleza y refugio ancestral, como en el ecosistema de la laguna Illincocha; generando espacios vitales de generación y conservación del agua, es una especie emblemática del Parque Nacional Cajas, que debemos conservar y proteger. (O)