OPNIÓN|
Urgente. Renovar a los actores políticos del país es una tarea necesaria. Hay desazón al mirar que estamos en medio de una carencia de líderes éticos, formados, estadistas, serenos, maduros y con visión a largo plazo.
El país requiere de la renovación de la clase política. En donde se deje de fantasear y engañar. Hay que desterrar la mirada que vacila con los bienes y el interés público. Se debe poner un alto a la normalización del concepto que: el pacto y negociación política alejada de las convicciones y principios, es normal y necesario. Todo camina al revés, nada atiende al deber ser de las cosas, todo es a las circunstancias y cálculo mezquino.
La actividad política -lamentablemente- ha encontrado hábitos, costumbres y justificativos para tolerar lo intolerable. Para aceptar lo indebido. Para maquillar de decente lo indecente. Para dejar pasar la ilegalidad y arbitrariedad. En el último tiempo, se ha profundizado una ausencia de fines mayores, elevados o colectivos en el ejercicio de la representación y participación en democracia. De hecho, la ciudadanía cada día es más apática y la esperanza en los gobernantes simplemente se acaba.
Sí. Es urgente renovar la clase política. Pero cuidado. Renovar no significa ni restaurar y mucho menos improvisar. Tampoco es engañar. Y es que los males comunes de la política en Ecuador, siempre, han descansado en una especie de contracorriente que da paso a caudillos y ávidos servidores de cumplir sus particulares intereses. Cuando hay malestar y nula confianza social, parece abrirse un espacio para peligrosos aprovechados. Entonces, cautela y más cautela.
No hay duda. La clase dirigente ha pervertido el ejercicio político y el Estado casi que ha perdido su sentido de dirección. Se ha legitimado la práctica de ofrecer todo lo que sea necesario sin importar el futuro y sin mirar el deber de liderar. El insulto y discurso fácil está de moda. Es urgente. Es el tiempo de encontrar a refrescados líderes formados, estadistas, éticos, serenos y con visión -no de una elección- sí a largo plazo. (O)