OPINIÓN |
La semana pasada de pronto las redes sociales se llenaron de un inusitado suceso ocurrido al norte de Quito. Tras una intensa lluvia la que se extendió por casi una hora, una quebrada en la localidad de Pomasqui, inundó los sectores que conectan a Quito con la Mitad del Mundo; la quebrada empezó a correr por las principales calles incluido el centro comercial y los puntos de trabajo. Las intensas lluvias ocasionaron deslaves, rupturas de tuberías y la fuerza del lodo con el agua arrasó todo a su paso, incluyendo un automóvil que estaba estacionado en la avenida.
Las quebradas en general en todo el país han colapsado; las quebradas han recibido una carga negativa han sido rellenadas, entubadas, transformadas en botaderos, reciben desagües, sus orillas han sido ocupadas por viviendas, generalmente de informales; en suma, han sido rellenadas y su luz reducida, por esto es necesario recuperar las quebradas o volver a su estado natural renaturalizándolas, con una ordenada metodología para restituir y liberarlas del abuso de las personas. Todas las quebradas, sobre todo, las que pasan por la ciudad, estén a la vista o estén encofradas, demandan el desafío de volver a su estado natural.
Las quebradas deben reponerse en armonía con el paisaje natural y el entorno urbano para que exista una identidad y para que en los momentos de intensas lluvias y de un crecimiento inusitado den cabida a todo el volumen de agua inesperado. En Cuenca hay muchas de estas quebradas que algún día nos darán lecciones muy fuertes. Igual ocurre con los ríos de Cuenca los que en múltiples sectores se han taponado y las aguas han abierto un curso alternativo, a las quebradas y ríos hay que recuperarlos si no queremos sufrir las consecuencias de las inundaciones (O).