OPINIÓN|
A las pandemias del Covid-19 y la corrupción hoy se suma la del hambre atrasada con que se están cobrando en el mercado algunos bienes y servicios. Necesité en estos días -como mucha gente- unos pocos artículos y algunos servicios, luego del confinamiento. En los dos casos -artículos de escritorio en un caso y arreglos en la vivienda en el otro- la elevación de precios fue desproporcionada. Son casos en que hay gente que está con hambre atrasada. No se dan cuenta que, además de cobrar valores injustos, se hacen ellos un daño grande: ahuyentan a los clientes.
Con hambre atrasada, es un viejo decir que grafica el deseo desmedido de comer, luego de largos días de hambruna y privaciones. Pero, se refiere también a las ansias desmedidas de recuperar algo que ha sido escaso últimamente.
El hambre atrasada crece cada día en nuestro país. Hasta hace algún tiempo tenían hambre atrasada quienes llegaron a puestos políticos por primera vez. Engulleron- como acabamos de ver en los últimos juicios y sentencias- todo lo que les caía cerca. Hidroeléctricas, carreteras, hospitales, escuelas del milenio, medicamentos, petróleo. Todo lo que olía a dólares era deglutido con hambre atrasada, como con la certeza de que nunca más volverían a sentarse en torno de la suculenta mesa que el poder político pone a disposición de quienes carecen de escrúpulos.
Hoy, una secuela más de la pandemia parece ser el hambre atrasada de quienes tratan de recuperar en mala forma lo que dejaron de percibir en los meses de confinamiento. Afortunadamente son solamente una minoría los que obran así. Pero existen y hacen un mal a sus negocios y a sus oficios. Cobran, con hambre atrasada. (O)