OPINIÓN|
No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Así lo testifican innumerables adversidades que el cuerpo resistió fuertes y largas calamidades, pero al fin derrotó al enemigo. Hoy resistimos a una mueva peste que diezma a la humanidad, cuyo virus jamás sabremos si fue creada intencional o fortuitamente, así que pronto saldremos abantes.
Advendrá un mundo distinto, porque la fatal experiencia que nos llevó a un receso universal nos hará cambiar de pensamiento y de conducta. Si antes de esta crisis nuestro comportamiento fue como fue, ahora, ante los estímulos crueles que recibimos, forjará una nueva cosmovisión de la naturaleza, de la vida y de Dios.
Nuestra conducta mudará de aires de manera consciente, pues, con esta adversidad habremos meditado que la vida tiene valor solo cuando nadie impide nuestra libertad, libertad condicionada por leyes de la naturaleza, del hombre y de Dios, para quienes tenemos fe. Por ello, en adelante estaremos atentos al comportamiento de la naturaleza, de los líderes y de Dios, insisto esto último para los que tenemos un credo.
Pero también este amargo acontecimiento nos acarreará a un proceder inconsciente, de igual o mayor importe que el otro, porque se produce de modo automático, es decir que sin pensar o reflexionar, actuaremos directamente ante estímulos internos o externos. Este comportamiento inconsciente será determinante para nuestras acciones, porque todo lo que estamos viviendo permanecerá en algún sitio del cerebro para actuar de manera instintiva.
Los bienes adquiridos y acumulados de poco sirven cuando la amenaza acorrala y la vida pende de un si no. En momentos de trance, la riqueza no ahora ni siquiera para pomposas exaltas al difunto, menos para llevarlos en cajas señoriales a velatorios fachendosos y a nichos faraónicos. Entonces, hasta el tributo al difunto que se venía haciendo con fastuosidad ahora va del lecho al nicho.
Estas líneas simples para tener una nueva orientación de la vida que nos debe llevar a ser más livianos en equipaje y ser mejores hombres, menos egoístas con nuestras vidas y la de los demás. En fin, lo poco que nos queda en el tránsito por este mundo será para vivir bien y trascender. (O)