OPINIÓN|
Cada 12 de octubre se recuerda el inicio de la colonia. En las escuelas, se lo nombra con orgullo como el “descubrimiento de América”, un poco adoctrinador para mantener el carácter eurocéntrico, colonialista y patriarcal de la historia contada a medias y por intereses. Esto también nos recuenta otro hecho histórico la independencia, que si bien nos liberó del yugo español, jamás lo hizo del racismo y las desigualdades. La hegemonía no ha muerto y los ideales tampoco, viven en nuestra memoria colectiva, no la que nos imponen, esa memoria que sentimos y anhelamos como nuestra y nos dice que si nuestra identidad se niega, si la necesidad rodea nuestra cotidianidad, si la calle es nuestra verdad, si la indignación es promesa y la humanidad parece lejana, si la dignidad es cuarteada y los derechos son invisibles, todavía no somos libres. Porque jamás seremos libres si continúan violentándonos los enviados de una corona, un gobierno. Jamás alcanzaremos una república para todos, si hay pueblos, mujeres y hombres oprimidos. En ese sentido, todos los días apostamos por la justicia desde derribar los monumentos mal construidos hasta declarar Fui yo, Fuimos todos. (O)