Insolencia y cinismo

Aurelio Maldonado Aguilar

OPINIÓN|

Llamaradas y pavor envolvieron al país. Bellas ciudades y el patrimonio incomparable e irrecuperable de nuestra historia, fue vulnerado brutalmente sin importar en absoluto su valor enorme y fundamental para una nación que se precie de culta y respetuosa de su historia. Un año del fatídico paro nacional donde el vandalismo y criminalidad escondidas en turbas asalariadas expertas en mover masas de un contingente ignaro e irracional, funcionó como reloj. Identificados plenamente en los disturbios, los seudo líderes indígenas cubiertos de pintura de guerra en la cara y emplumadas sus cabezas, dirigieron la revuelta con prácticas de guerrillas conocidas e importadas de regímenes expertos en disturbios y financiados por dineros de prófugos ladrones que pensaron que sería inversión azuzar la hoguera destructiva y criminal contra el gobierno para así salvarse de la justicia, que no imaginaron se daría vuelta en su contra. Quemaron edificios completos como la contraloría destruyendo procesos inculpatorios. Tomaron de rehenes cientos de policías y militares a los que vejaron. Irrespetaron mujeres. Agredieron criminalmente periodistas. Quemaron ambulancias reverenciadas en los conflictos más terribles. Rompieron calzadas antiguas de centros históricos y vías, profanaron iglesias, entes culturales y periodísticos. Aterrorizaron al pueblo que vio impávido sin reacción desde los encierros de sus casas y tras visillos. Pues sí, lograron impunidad, pues un año después no existen presos por estos execrables crímenes y se dieron el lujo estos dirigentes emplumados de arrinconar un timorato gobierno y aceptó cabizbajo imposiciones y desmanes a vista del mundo, obligado a diálogos públicos y televisados que nos llenaron de vergüenza por la calidad y prepotencia de ignorantes dirigentes. Hoy vuelven a la carga con insolencia y cinismo y son ellos, los depredadores de lo más sagrado de un país, que enjuician al gobierno triste y advierten de un nuevo octubre maligno en su contra, mientras hoy lían sogas en el cuello del monumento de la Reina Isabel que quieren destruir y lo llenan de oprobios y pintura. Vuelven con su insolencia y cinismo, más creo que de llegar nuevas oleadas criminales, el gobierno deberá reprimirles duramente y la población civil consciente y respetuosa, reaccionar y no dejar que regordetes emplumados hagan de las suyas, con el riesgo de inaugurar una guerra civil infame, sí, pero ya basta. (O)