Antes del coronavirus, el mundo ya padecía una crisis global de enfermedades crónicas que, unida a la ineficacia de la sanidad pública para frenar el aumento de factores de riesgo, ha dejado a la población mucho más expuesta al impacto de la covid-19, lo que los expertos denominan como «sindemia», una síntesis de pandemias.
Nuestra salud ya era mala en 2019, según asegura un amplio estudio publicado este jueves por la revista The Lancet, que avisa que empeorará si las autoridades no toman «medidas urgentes» para atajar la «tormenta perfecta» que se ha estado gestando durante los últimos 30 años.
El mundo, explican los expertos, no se enfrenta ahora a una «única pandemia», sino a una «síntesis de, al menos, dos epidemias»: una de coronavirus y otra de enfermedades no transmisibles (ENT), que confluyen en muchas zonas en un contexto de «pobreza y desigualdad».
«Es una sindemia», señaló en una videoconferencia el director de The Lancet, Richard Horton, al presentar el estudio desarrollado por el Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington, que analizó 286 causas de muerte, 369 enfermedades y lesiones, y 87 factores de riesgo en 204 países y territorios.
«No todo son malas noticias», puntualizó Christopher Murray, director del IHME y principal responsable de este trabajo, quien destacó que en los últimos 20 años los países más pobres han hecho progresos para elevar la esperanza de vida y reducir la incidencia de enfermedades contagiosas, como la malaria o el sida.
No obstante, indicó, la mayoría de los sistemas sanitarios de todo el mundo están aún enfocados a «tratar los retos que planteaba la generación anterior» y ahora carecen de «la agilidad y flexibilidad» necesaria para «responder a un nuevo perfil de enfermedades y demográfico», con una población que vive más años pero con menos salud.
PUNTO DE INFLEXIÓN
De hecho, Murray advirtió que el aumento, entre otros, de la hipertensión, la hiperglucemia, el índice de masa corporal (IMC) y la hipercolesterolemia, junto con el repunte de muertes por enfermedades cardiovasculares en algunos países, parecen indicar que «el mundo podría estar acercándose a un punto de inflexión respecto a la esperanza de vida».
Estas ENT y las discapacidades que provocan los factores de riesgo -más que las muertes prematuras- contribuyen cada vez más a la carga mundial de morbimortalidad, pues han pasado de representar el 21 % del total en 1990 al 34 % en 2019.
«La mayoría de estos factores de riesgo son evitables y tratables, y abordarlos aportará enormes beneficios socioeconómicos. No estamos logrando cambiar los hábitos poco saludables, en particular, los relacionados con la calidad de la dieta, la ingesta calórica y la actividad física, en parte debido a la falta de atención normativa y de fondos para la salud pública y la investigación», comentó Murray.
Esta situación es aún más relevante en el contexto actual y venideros, pues la pandemia de coronavirus seguirá entre nosotros durante bastante tiempo, y está demostrado que varios de esos factores y ENT como la obesidad, diabetes o problemas cardiovasculares se asocian a un riesgo más elevado de muerte por COVID-19.
FACTORES DE RIESGO
Así, el estudio identificó los diez factores principales que contribuyeron al aumento de la pérdida de salud en el ámbito global en las últimas tres décadas, medido a partir de los años de vida sana perdidos o años de vida ajustados por discapacidad (AVAD).
Seis afectan principalmente a los adultos mayores: La cardiopatía isquémica, cuyo número de AVAD subió el 50 % entre 1990 y 2019, la diabetes (148 %), los accidentes cerebrovasculares (32 %), la enfermedad renal crónica (93 %), el cáncer de pulmón (69 %) y la sordera parcial relacionada con la edad (83 %).
Los otros cuatro factores son frecuentes desde la adolescencia hasta la vejez: el VIH/sida (128 %), los trastornos musculoesqueléticos (129 %), el dolor lumbar (47 %) y los trastornos depresivos (61 %).
Respecto a los riesgos asociados al mayor número de muertes entre ambos sexos y todas las edades registrados en todo el mundo en 2019, la lista está encabezada por la hipertensión sistólica, con 10,8 millones de muertes, seguida por el tabaco (8,71), hábitos alimentarios -por ejemplo, poca fruta/mucha sal- (7,94), la contaminación del aire (6,67) y la glucosa plasmática en ayunas elevada (6,50).
Para las mujeres, esa relación se abre con la hipertensión sistólica (5,25 millones de muertes), hábitos alimentarios (3,48), glucosa plasmática en ayunas elevada (3,09), contaminación del aire (2,92) e índice de masa corporal alto (2,54).
En el caso de los hombres, el primer puesto lo ocupa el tabaco (6,56 millones de muertes), seguido por la hipertensión sistólica (5,60), hábitos alimentarios (4,47), contaminación del aire (3,75) y glucosa plasmática en ayunas elevada (3,41).
«La naturaleza sindémica de la amenaza a la que nos enfrentamos exige que no tratemos solo cada enfermedad, sino que debemos abordar urgentemente las desigualdades subyacentes que las moldean, como la pobreza, vivienda, educación y raza, los cuales determinan en gran medida la salud», agregó Horton. EFE