OPINIÓN|
Bailen todos. Muévanse todos. ¡Eso! ¡Así mismo! Todos contentos y alegres. Más contentos. Otra canción. Una nueva coreografía, una más, y más volumen, todos dense la vuelta. Bailen. Sigan, sigan. Ya mismo se apaga la música.
1…2…3… ¡Estatuas! Quietos todos. Ya no bailen. No se mueva nadie. El primero en moverse pierde y se va del juego. Haber. Veamos. Quién se quiere mover. Cuidado. Hagamos una broma. Contemos un chiste. Digamos algo que comprometa a alguien. Hagamos cosquillas. Quién perderá, quién se moverá primero. ¡Estatuas!
Como un juego para niños, pero con desprecio, apasionada revancha y tibia imitación de lo sucedido en otros países se han dado por odiar a las estatuas en el Ecuador. Mientras más se juegue con ellas más pronto regresa el tiempo añorado antes de la conquista española. Hay que lanzar más pintura, más epítetos, mayor coraje, amarrar todas las sogas posibles, pues ya mismo, falta poquito. La reivindicación ha llegado.
En la lucha: hay que destruir las ciudades que no son nuestras, sino de la Colonia. Reprochar a los marineros y exploradores medievales, así como a sus financistas. La culpa la tienen las plazas públicas, la incomprendida historia y occidente. Sí. Todo lo que sea necesario para retornar y transformar. Así se conquista unidad, posicionamiento del sur y ecología oculta. No importa si es unos contra otros.
El colonialismo ya mismo termina. 1…2…3… Estamos cerquita. ¡Vamos! Mientras más destrucción, más libertad. Más ira, más camino. Más ruptura, mayor desarrollo. La democracia y sus instituciones para después. Entonces -de una vez por todas- pongámonos más cerca a la nueva colonialización en donde impere una forma de actuar que encara a la lucha social con más guerra social. Destrocemos quiénes somos y a dónde vamos. No existe interculturalidad. Tampoco diversidad.
Nadie discrimine ni ataque. Solo aquellos. Destruyan, destruyan, en octubre otra vez. 1…2…3… ¡Estatuas! (O)