Atletas no videntes tienen su propia línea de escobas

Hace más de una década, los hermanos Marco y Petronio Ambrosi integraban el equipo de atletismo del Azuay en las Jornadas Nacionales de No Videntes. Con el paso del tiempo se alejaron del deporte para sacar adelante su emprendimiento con el cual intentan sobrevivir durante la pandemia de la covid-19.

Los dos tienen discapacidad visual total y viven con su madre que es adulta mayor. Aseguran que hasta hace dos años recibían del Gobierno un bono de 60 dólares, cada uno. Hoy no saben por qué les quitaron. Deducen que podría ser porque tienen una cuenta en una Cooperativa donde los clientes les depositan el dinero.

“No me explico cómo puede uno, entonces, llevar un negocio lícito producto de un esfuerzo grande y largo… En la Sociedad de No Videntes hay personas que no pueden moverse, nadie les da trabajo, ya tienen su edad y les quitan el bono; es una crueldad”, dice Petronio, de 59 años.

Emprendimiento

En 2007, Marco (I) y Petronio acudían al parque El Paraíso en compañía de sus entrenadores para competir en los Juegos Nacionales. Archivo

Si en alguna tienda o centro comercial se encuentran con una escoba “Eterna”, es un producto fabricado por los hermanos Ambrosi en el taller adaptado en el patio interior de su casa. Allí pasan, siete hasta ocho horas diarias trabajando. “Duele la espalda”, señala Marco, de 61 años.

“Limpia más y mejor” dice el slogan impregnado en la etiqueta que llevan las escobas, donde también se especifica que es “elaborado por personas ciegas” y resalta el número de teléfono 2813128 al cual los interesados pueden hacer los pedidos al por mayor y menor.

A pesar de vivir en tinieblas tienen un tacto prodigioso que les indica, por ejemplo, la cantidad exacta de fibra que debe ir en los orificios de la cabeza de madera y que la clavan con la precisión de un cirujano.

“Lo más difícil para nosotros es ingresar en el mercado… A veces nos vamos con mi ñaño y mi sobrino a algunas empresas, pero parece que nos echan de menos, como que los no videntes no podemos hacer nada y demostramos que no es así…”.

Ellos aprendieron el oficio en la fábrica de Ángel Barbecho, en el sector de Mayancela. “En una semana aprendimos. Esto necesita de perseverancia”, afirma Petronio tras precisar que ya no tienen que recargar el IVA en sus productos porque su hermano es un artesano calificado.

Producción

Marco calcula que la fabricación de una escoba les toma alrededor de media hora. Lo que más trabajo les da es la colocación de la fibra en la cabeza de madera. Eso les toma cerca de 25 minutos.

Luego deben cortar la fibra, lijar y colocar el palo, pegar la etiqueta e incluso el código de barras que les exigen algunos clientes y por el cual deben hacer otro esfuerzo económico para que les impriman.

Petronio detalla que la unidad, sin la mano de obra, y con los parámetros normales les cuesta alrededor de 1,70 dólares. Para tener alguna ganancia que los ayude a sobrevivir venden en el mercado desde 2,10 hasta 2,50 dólares.

El precio depende del material y dimensión de la cabeza de la escoba: plástico, madera de pino o de copal (más resistente). Las de 35 cm en adelante cuestan más y sólo las hacen bajo pedido. También elaboran trapeadores.

Si bien han recibido la invitación del Club Vulcano para que retomen los entrenamientos, su regreso al deporte es incierto. Por la pandemia tratan de cuidarse al máximo, aunque por la necesidad salen de vez en cuando.

Hoy esperan que la ciudadanía y en especial los centros comerciales consideren sus productos como lo hace el Grupo Ortiz, desde hace algún tiempo. “El hecho de ayudar a una persona que necesita, creo que es lo bueno, y siendo no vidente más aún”, reflexiona Petronio. (BST)-(D)

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