EDITORIAL|
Después del desempleo, la inseguridad debe ser el problema que más preocupe en la ciudad que, en medio del temor que genera, trata de recobrar su ritmo habitual.
No hay día que no sepa sobre acciones delincuenciales en todas sus “especialidades”. Algunas, incluso cometidas con saña y alevosía.
La Policía tiene identificadas las zonas con más predominio de la delincuencia: Feria Libre El Arenal, Nueve de Octubre y Terminal Terrestre, sin dejar de lado los bancos, donde acechan los “sacapintas”.
No es menos cierto que robos y asaltos se cometen en las paradas de buses, en la calle, en centros comerciales y en los parques. Días atrás, Cuenca se estremeció ante lo que fue un potencial secuestro de una niña, salvada por su padre.
Qué decir de robos en los domicilios, almacenes y pequeños comercios. Varios, incluso perpetrados con labores de “inteligencia previa”.
Muchos de esos delitos no son denunciados ante la Fiscalía. Si los delincuentes son detenidos durante el cometimiento del delito o después, quedan libres si no hay acusación tal como lo dispone la ley.
Se sobreentiende que, si no se denuncian, esos hechos mal pueden ser parte de las estadísticas que la autoridad correspondiente maneja, erráticamente a veces, sobre la acción delictiva.
Ahora, administradores de hoteles del sector Chola Cuencana se organizan para exigir a las autoridades poner en marcha un proyecto que ayude a reactivar el turismo y eliminar la prostitución clandestina en la zona.
Creen que ese tipo de prostitución trae aparejado hechos de violencia como riñas, amenazas, agresiones, robos y microtráfico.
Razones no les falta. A la par que la autoridad tiene la obligación de actuar, urge en ese sector investigar el funcionamiento de una gran cantidad de hostales, sin las cuales posiblemente sería imposible la prostitución clandestina.
En base a dimensionar la grave crisis económica y social del país, profundizada por la pandemia, las demandas ciudadanas por una mayor seguridad no deben ignorarse. Tienen que ser la prioridad.