Es un hecho que, sin los líderes y sus pensamientos de emancipación, la independencia de Cuenca ꟷy las ideas libertarias en generalꟷ hubiera sido una utopía. Pero es aún más cierto que, sin el apoyo de la población, el proceso de liberación hubiera tomado más tiempo o me hubiera quedado en nada.
Al hablar de los primeros días de noviembre de 1820, para el cronista Juan Cordero Íñiguez, quien el 27 de octubre compartió sus investigaciones sobre la independencia de Cuenca, lo que más se debe destacar es el apoyo incondicional de lo que él llama vecinos y vecinas de la ciudad.
El tres de noviembre, liderados por un grupo que en la víspera se había reunido, los cuencanos cercaron el cuartel y la casa de gobierno de los españoles, los cuales se levantaban en las calles que hoy rodean el parque Calderón.
Aquella presión, que se hacía con picos y unos cuantos cuchillos caseros, daría resultados para que Cuenca se encamine hacia su libertad.
“El pueblo mismo de Cuenca se había manifestado siempre adicto a la revolución”, escribió el general Patricio Lloret Orellana en el libro, que se elaboró por el bicentenario de independencia de Cuenca y que fue publicado hace unos días a través de la Academia Nacional de Historia Militar.
Los documentos y los historiadores que describieron a la ciudad hace más de un siglo dan cuenta del valor de una población que, según Cordero Íñiguez, fue, más que otras ciudades de Ecuador, la protagonista de la independencia de Cuenca.
Los líderes
Pero el fervor de los cuencanos y de quienes habitaban la ciudad no se encendió solo. Los líderes fueron necesarios.
En casi todos los libros que se han escrito sobre la independencia se nombran únicamente a hombres, sin embargo, entre los que se denominan próceres estaba Margarita Torres, madre de Tomás Ordóñez Torres.
De acuerdo al relato de Cordero, previo al estadillo social, los líderes se reunieron en la casa de Margarita, quien apoyaba la emancipación.
Tras las reuniones, y después del mismo tres de noviembre, a Tomás Ordóñez (uno de los personajes más notables que promovió la independencia), León de Piedra y Vázquez de Noboa (quienes mentalizarían el plan de Gobierno que armaría Cuenca luego de la emancipación), se uniría el cura Javier Loyola Prieto (una de las parroquias de Azogues lleva su nombre).
La participación de Loyola el cuatro de noviembre de 1820 sería fundamental, ya que él convocaría a gente de Chuquipata para acompañar en la toma de la plaza central de Cuenca. Con ello, la presión hacia el gobierno español aumentaría, a tal punto que la gobernación solicitaría dinero para reforzar el cuartel y cañones.
Sin embargo, nada de eso sucedería y bien adentrada la tarde del cuatro de noviembre, la gente gritaría: ¡Qué viva el cura Loyola!/ ¡Qué viva la libertad!/ ¡Abajo los chapetones!/ ¡Qué muera su terquedad! (AWM)-(I)