Diana Campoverde no puede ver a los cuatro ríos que cruzan por Cuenca, sin embargo, el sonido de la corriente y los golpes del agua contra las piedras activan su imaginación, y en su cabeza dibuja lo que no observa, pero sí escucha.
El cantar de los pájaros, el olor de la comida que está en cada esquina, el ulular del viento y el páramo sobre Diana, quien tiene una discapacidad visual, son un constante en la imaginación infinita.
Para ella, a diferencia de quienes miran a la ciudad y recalcan sus fachadas patrimoniales y cómo está constituida, los no videntes tienen la suerte de sentirla de otra manera. A través del tacto, del oído, del gusto y del olfato, ellos descubren a Cuenca con sus sentidos más desarrollados.
“Cuenca es maravillosa. Es una ciudad que está llena de emociones, llena de gustos y alegrías. Creo que tenemos ventajas porque hay servicios básicos y podemos acceder a otros servicios mucho más ágiles. Yo no podré ver a la ciudad, pero la siento de otra manera”, dijo Diana.
Para la joven mujer, eso es Cuenca: la ciudad que cumplirá en cinco días 200 años de independencia, y que tiene todavía la oportunidad de convertirse en un lugar donde se da cabida a la diversidad.
Si bien cree que hay espacios para las personas con discapacidad visual, todavía está el desafío de pensar, y sobre todo de actuar, la manera en que está compuesta Cuenca para los no videntes.
“La tecnología puede ser un buen aliado para nosotros. El objetivo sería que podamos movernos sin problemas, que podamos hacer las cosas con autonomía, y no pensar en que nos vamos a encontrar con obstáculos en nuestro andar”, dijo Diana.
Obstáculos
Hace un poco más de 20 años, Wilson Álvarez vio a Cuenca, pero llegó en un momento en que la visión falló, y todo se redujo, en un principio, a las descripciones de sus familiares y conocidos. Luego, con el pasar del tiempo, sus sentidos también empezaron a percibir a la ciudad diferente.
Wilson ha tenido la oportunidad de estar en otros lugares, y definitivamente, siente que Cuenca está organizada y que, en gran medida, puede desplazarse sin mayores obstáculos por las calles y aceras de la ciudad.
No obstante, hay un factor común entre los no videntes, que en los últimos meses se ha hecho una constante: las calles céntricas por donde circula el tranvía son un problema.
“La ciudad facilita el desplazamiento, pero el tranvía, que es algo nuevo para todos, definitivamente desde su construcción no fue pensado para nosotros. Al quitar las aceras del centro no tenemos manera de guiarnos”, opinó Wilson.
Las calles como la Gran Colombia o la Mariscal Lamar son un limitante para las personas con discapacidad visual porque no tienen una división. Sobre el problema también ha sido comentada a Diana, quien cree que esos detalles tienen que resolverse.
“Muchos de nuestros compañeros ciegos nos han dicho que tienen problemas por estas calles. También tenemos problemas con estos obstáculos que suelen ponerse en las esquinas para que no ingresen los carros. Cuántos accidentes han tenido los no videntes. Todo esto, en el bicentenario de Cuenca, debería resolverse”, dijo Diana. (AWM)-(I)