Estimados lectores, efectivamente cuesta mucho el acoplarse a esta “nueva normalidad” que vivimos luego de haber experimentado en carne propia lo que significa enfrentar una pandemia. Todas las condiciones han cambiado: nuestras relaciones con las amistades, el esquema de trabajo, la diversión, los sitios de esparcimiento y hasta la forma en la que nos frecuentamos con nuestros familiares cercanos hoy en día; todas estas modificaciones han ocasionado que aprendamos a mirar la vida de otra manera pues, al final de cuentas, vamos cerca de ocho meses viviendo bajo este nuevo enfoque al cual le denominamos post-calamidad. Es muy difícil el precisar si es que ya las cosas han mejorado en relación a los meses pasados, más lo que si es cierto es que se vuelve determinante el saber que hoy en día nos hemos obligado a acostumbrarnos a este nuevo esquema de vida.
Estamos en la puerta de un feriado anhelado y esperado, tenemos varios días de asueto que en épocas anteriores se convertían en un verdadero jolgorio y que llenaba de emociones positivas a quienes solíamos disfrutar de estas fechas, no obstante, debemos poner sobre la balanza el saber que, una decisión ligera, pudiese causarnos serias complicaciones más adelante.
Vale la pena referirnos a una tradición muy arraigada en nuestro medio y que se trata de la celebración del día de difuntos, situación que por obvias razones en estas fechas muy difícilmente podrá realizarse como se lo solía hacer. Aunque suene frio y duro, en una tumba únicamente existen vestigios de lo que un día fue un ser humano, mientras que su verdadera esencia y razón de ser se sitúa en los recuerdos irrepetibles que nuestros allegados que emprendieron su retorno a la energía infinita dejaron sembrados en nuestras conciencias, y mientras los mantengamos presentes, jamás podrán desaparecer. (O)