Luego de saber los resultados de las elecciones en los EEUU, muchas preguntas quedan flotando en el aire. ¿Cómo es posible que las minorías afroamericanas hayan votado por Trump, siendo un acérrimo supremacista blanco; o, cómo se explica que un porcentaje más alto de mujeres hayan votado por un presidente claramente misógino; y, por último, por qué el 32 % de la población latina dio su voto por un señor que encerró a los hijos de inmigrantes en jaulas? ¿Por qué las minorías lo apoyaron más que en el 2016?
Periodistas que atacaron durante cuatro años a Trump, sustentan que los negros votaron por él porque estiman que el crimen es una amenaza mayor a su comunidad que la crueldad policial. Y, porque antes de la pandemia, EEUU registró el índice más bajo de desempleo en su historia. Varias encuestadoras fracasaron en revelar la intención de voto de los republicanos con educación superior que se avergonzaban de decir que votarían por Trump, mal visto por las élites; así como el 23 % de demócratas que no querían arriesgar sus trabajos si daban a conocer sus opiniones sobre Trump. Esto refleja que no es tan cierto que el apoyo a Trump viene sólo de las minorías o de la gente con menos educación como se ha pensado, el asunto es que los profesionales prefieren no decir que son partidarios de él.
Tiempo atrás, una gran mayoría de estadounidenses se sienten observados por ciertas élites culturales que anhelan dominar las interacciones entre ellos creando un nuevo orden a su medida, sintiéndose menospreciados por quienes profesan una falsa superioridad moral. Y cuando se lleva a cabo un evento trascendental como fue la elección presidencial del 3 de noviembre, se sienten identificados con quién se atrevió a desafiar la lógica social impuesta por un sector qué, hace unos años, se desplazaba imperceptiblemente. Todos los epítetos que revelaban la naturaleza del temperamento volátil del presidente, se volvieron irrelevantes cuando Trump desnudó las intenciones de este grupo cuyo objetivo es dominar y someter a las masas, vendiendo sus “verdades” como únicas.
No es nada nuevo que estos grupos de poder desinformen a la población y, nuestro país, no es la excepción. (O)