Pues bien, al parecer se ha producido el milagro. La vacuna para el COVID – 19 es una realidad cada vez más cercana. Y si bien todavía navegamos a ciegas pues desconocemos el periodo de inmunidad que cada dosis brida y las condiciones de almacenamiento o aplicación, lo cierto es que varios laboratorios internacionales han anunciado que el fármaco está listo para salir al mercado. Y claro, la buena noticia es que nuestro país se ha puesto ya en la lista de espera mediante el envío de una carta de intención para adquirir un total de nueve millones de vacunas. Y sin embargo hay algunas cuestiones que me preocupan.
Primero, la evidente carencia de un plan o una estrategia concreta de vacunación, más aún cuando la oscura revolución ciudadana se encargó de desmontar las campañas masivas de vacunación que existían en el país (para enfermedades como el sarampión, por ejemplo), incluyendo la desaparición del Instituto de Investigación de Salud Pública Leopoldo Izquieta Pérez, uno de los mejores centros de investigación epidemiológica de América Latina.
Y segundo, me preocupa enormemente que las vacunas del COVID – 19 caigan nuevamente en las manos de la atroz corrupción que ahoga al sistema de salud. En verdad ¿será que las vacunas caerán nuevamente en manos de los crueles hampones que se enriquecieron jugando con la muerte? ¿Será que las vacunas tendrán que seguir el camino de los sobreprecios, los sobornos y las infames coimas que siguieron en su tiempo las mascarillas, los insumos de seguridad y aún las fundas para cadáveres? Y no. No quiero ser ave de mal agüero, pero nuestros funestos antecedentes en el área de la ética para administrar la cosa pública, especialmente en el ámbito de la salud, invitan a la duda con sobrados motivos.
Por eso será importante estar atentos, ahora, antes de que suceda. Y habrá que conformar un equipo técnico en el que participe la sociedad civil, la academia y los demás colectivos de vigilancia y control. De lo contrario, una vez más y como es costumbre, la corrupción se encargará de convertir la tarea de salvar vidas en un oscuro, cruel e indignante negocio… (O)