Con capacidad para analizar literalmente de un solo vistazo amplios espacios de territorio, esta tecnología permite discernir cada vez más pequeños detalles desde la distancia y está adaptada para operar prácticamente sobre cualquier terreno, por lo que es una pieza indispensable para operaciones económicas en la selva.
Ese es el caso Camisea, el mayor yacimiento de gas de Perú, ubicado en el corazón de la amazonía, para el que el uso de tecnologías de monitoreo ambiental es esencial para la defensa de su entorno natural, según explicó a Efe Elena Mendoza, la gerente de Medio Ambiente de Pluspetrol, empresa que opera la explotación.
ANTES Y DURANTE
«Antes de que arrancara este proyecto, había preocupación sobre la intervención en el área, particularmente por la apertura de vías y la posible migración no controlada. Así se planteó desde la construcción que la apertura de áreas selváticas se hiciera lo mínimo necesario, con el modelo ‘off-shore in land’, como si fuéramos una plataforma marina», explicó la experta.
Bajo este concepto, que requiere que el traslado de todos los materiales de construcción o para la gestión de los yacimientos se haga por vía aérea, exigió establecer desde el inicio un sistema de monitoreo tecnológico pocas veces visto de la cobertura vegetal y, en términos generales, de la situación ambiental en el entorno de la explotación.
«Y el monitoreo nos permitió identificar las condiciones del área previa a Camisea, saber cuáles iban a ser por tanto las tendencias de crecimiento a futuro, el impacto de construcción, que es el momento de mayor intervención, y lo más importante el estado de recuperación de las áreas», añadió Mendoza.
Según un informe de la consultora peruana Macroconsult, el hecho de que Camisea se opere con estas prioridades contribuye a la reducción de emisiones de CO2 del país por su papel en la preservación del bosque.
El mismo informe señala que gracias a estas políticas de monitoreo y control es posible que Camisea haya permitido a la región obtener beneficios sin haber incurrido en costos ambientales como la deforestación.
DESDE EL ESPACIO
«No, no se puede ya hacer nada sin estas tecnologías… No hay nada que tenga el nivel de detalle que permita hacer cumplir objetivos de monitoreo. Se puede entrar en la selva, analizar algún lugar y describirlo, pero no, sin imágenes ni fotos, no se puede alcanzar el nivel de detalle necesario ni cuantificar la huella», resumió a Efe Guillermo Días, experto de la consultora ERM, especializada en temas de gestión ambiental.
Días opera estas tecnologías en beneficio del Programa de Monitoreo de la Biodiversidad de Camisea, con las que se cuantifican las huellas y permiten saber «a qué velocidad se recupera la selva. Y si hay retrasos, permiten detectar el porqué con gran nivel de detalle».
Conocidas en jerga profesional como «teledetección», estas técnicas ya se usan de forma generalizada en estudios ambientales, si bien en la selva afrontan problemas particulares que requieren un mayor empleo de recursos.
«En la selva, el problema es que está siempre nublado. El satélite pasa, pero no muchas veces se pueden tener imágenes, y así necesitamos mucho más tiempo», apuntó Días.
Por eso se recurre también al uso de helicópteros, que pueden volar de forma más inmediata para cubrir espacios determinados y, desde hace poco, se han incorporado los drones.
«Parece simple, pero cuando hacemos un vuelo con drones, podemos estar más de diez días en la selva hasta que encontramos un hueco de nubosidad para hacerlo, y eso son costos extra. Todas las grandes empresas y organismos públicos ya saben de estas técnicas, pero el problema es que son muy costosas y muy pocos las aplican», indicó.
ENSEÑANZAS
El uso de estas tecnologías ha permitido conocer el tipo de bosques que rodean las explotaciones y su grado de afectación, así como los ritmos y las claves necesarias para su recuperación.
Con el trazado «mapas» aéreos de la cobertura vegetal, se puede conocer por donde conviene hacer las aperturas vegetales, evitando los bosques primarios densos o con escasa intervención humana previa y centrarse en el denominado «pacal», el bosque de bambú común en zonas ribereñas que se recupera con mucha mayor velocidad.
«El propósito es demostrar que es posible, con medidas de manejo adecuadas, lograr la recuperación del hábitat. Lo más complicado es volver a tener la condición a nivel de dosel del ecosistema. (…) Para la biota y la cubierta vegetal, identificamos la afectación y el tiempo de recuperación para saber cómo volvemos a tener el dosel del área a una altura similar al entorno no intervenido», apuntó Mendoza.
En ese sentido, la gestora ambiental apuntó que el monitoreo a través de la tecnología ha permitido constatar que en 15 años de operación, el impacto en el paisaje de la operación en el paisaje ha sido mínima, al tiempo que permite advertir de otros posibles riesgos en la zona.
«Ahora identificamos que los riesgos en la huella ambiental en el paisaje no son de la actividad de hidrocarburos, que ya esta consolidada, sino que podrían ser, si no son planificadas, las actividades de desarrollo del distrito. Por eso queremos ayudar con la información que tenemos a que las autoridades tomen decisiones en ese sentido», dijo. EFE