El coronavirus, cuando agrede, provoca alteraciones orgánicas en sus víctimas con resultados diferentes que hasta pueden llevar al viaje final. Pero este virus ha “contagiado” a la cultura ya que el “medicamento”, aislamiento y no formación de grupos, ha hecho que una serie de instituciones culturales como museos, galerías de arte, cines, universidades tengan que cerrar sus puertas para poner en funcionamiento una “medicina preventiva”: el distanciamiento social. A veces nos preguntamos si es que la medicina es peor que la enfermedad.
Este virus es democrático y también ha contaminado a la cultura popular al impedir la realización de una serie de eventos en los que la participación colectiva es fundamental. Un claro ejemplo en nuestra ciudad: no podrán celebrarse los pases del niño y el del viajero, que es un muy importante ícono de nuestra identidad, es un evento masivo de muy larga duración –supera las seis horas- no tendrá lugar este año. Dadas sus condiciones religiosas conmemorativas no es posible su “diferimiento” como en encuentros deportivos.
El sentido popular del pase del niño viajero es evidente e integral. No hay que pagar entradas, el escenario es la calle y los horarios voluntarios. Además de los participantes –que no son los burgueses explotadores de enormes fortunas- los mirones son de toda categoría y los pobres, no tienen que hacer más el esfuerzo de salir a la calle. Ni siquiera habrá transmisión televisiva como en los partidos de fútbol.
La queja con frecuencia es necesaria y obliga a soluciones y cambios ¿Cuáles en este caso? No se me ocurre ninguno. Paciencia para ver si el próximo no habrá esta privación. (O)