Estos tiempos que tanta perdida y crudeza han provocado, también han traído como su contraparte, una búsqueda interna más profunda, un sentido, un propósito diferente quizás; no sé si se debe a la incertidumbre de no saber qué nos depara el mañana o a sentirnos vulnerables y expuestos como humanidad.
La tecnología ha ayudado y apoyado esta búsqueda, facilitando que esta ilimitada información, al acceso de todos, permita el acercamiento a conocimientos y sabiduría a la que antes muy pocos seres accedían, una información que puede traer mayor claridad, el despertar a muchos seres humanos.
Así a través de la red y por recomendación de una persona muy querida, llegó a mí una charla de Claudio Naranjo, psiquiatra y escritor chileno, uno de los pioneros y máximos referentes de la psicología transpersonal, no había escuchado de él antes, pero me capturó desde el primer momento que lo escuché, buscador incansable del trabajo en la mejora del ser humano, de la recuperación de la bondad y la compasión.
Y bueno, lo que escribo aquí no es sino un resumen de sus ideas, en un tema muy insistente en sus charlas y discursos: el sistema de patriarcado imperante en las instituciones sociales básicas: la familia, el sistema educativo, la religión, el sistema económico y el gobierno. Un sistema que motiva la competencia, la conquista, la depredación, la autoridad; características fuertemente presentes en nuestro mundo actual, y si necesarias en un momento de la civilización humana en que el desarrollo de la industria, de la tecnología y de la ciencia tuvo su despunte y desarrollo, pero que al momento necesitan ser neutralizadas, necesitan ser equilibradas por su contraparte, la energía femenina, materna, la que cuida y sostiene la vida.
Necesitamos recobrar la bondad, la compasión, la sensibilidad, la emotividad, los afectos, la intuición, la ternura, la comprensión, la generosidad, la colaboración, la capacidad de perdonar; todos estos aspectos maternos, femeninos; el mundo necesita hacer acopio de estas características pertenecientes no a un género sino a la humanidad entera, que se encuentran en todos y cada uno de nosotros, seres humanos.
Es momento de equiparar las fuerzas, equilibrar la balanza, recuperar esa capacidad amorosa; no creo que se trate de una lucha de género, se trata más bien de una manera diferente de relacionarnos, de vernos, de actuar, reconociéndonos en el otro, viendo en el otro al padre y la madre que llevamos dentro, conjugando en plural, dejando de ser un yo para volvernos un nosotros, este sentido de equidad y paridad es el que como humanidad necesitamos recobrar. (O)