Después de la desaparición de los samuráis, las geishas y los luchadores de sumo quedaron como los máximos exponentes del pasado japonés. Comúnmente se consideraba a una geisha igual que una prostituta, pero su verdadero significado está en su nombre: “Gei”, el arte o habilidad, y “Sha”, persona. Una persona dedicada a las artes. Las antecesoras de las geishas fueron las “Oiran”, antiguas cortesanas japonesas expertas en el arte de la seducción. Entre ellas hubo algunas diferencias: las Oiran fueron prostitutas de alto rango, tenían peinados elaborados y ostentosos y eran dueñas de una cultura vasta y envidiable. Usaban kimonos largos y llamativos y el cinturón “obi” era atado por delante para poder desvestirse con mayor facilidad. Al contrario, las geishas entretienen a sus clientes tocando música, conversando o danzando y llevan un peinado más discreto con un peine hecho de caparazón de tortuga. Usan su “obi” atado por detrás, y sus kimonos son más cortos y más discretos.
Las geishas empiezan su entrenamiento en las artes desde muy niñas, luego se convierten en “maikos” y después en geishas propiamente, estando preparadas para entretener a hombres de negocios y en algunos casos también a mujeres. Detentan dos principales fuentes de ingresos: el “mizuage”, que consiste en ofrecer a un cliente selecto la oportunidad de desflorar a una aprendiz o maiko, de catorce o quince años de edad, después del cual el cliente y la maiko no vuelven a tener ningún encuentro íntimo; y el vínculo con un “danna” o mecenas, protector y amante oficial de una geisha. Un “danna” costea el extenso vestuario y las lecciones de su protegida y, si es lo bastante rico, adquiere una vivienda para ella, a menudo con el beneplácito de su esposa. Mantener a una geisha es todavía un símbolo de estatus en la alta sociedad nipona.
Sin embargo, las geishas aún existen mientras que las Oiran ya no, siendo éstas representadas en festivales, procesiones y obras teatrales, pues siguen siendo un importante ícono del Japón antiguo.
En la actualidad quedan menos de mil geishas. Algunas se dedican a serlo toda la vida, aunque la mayoría, aproximadamente a los 25 años de edad, se retira de las artes para contraer matrimonio, viviendo acompañadas por el resto de sus vidas, de sus inolvidables memorias como geishas. (O)