OPINIÓN |
Dudo mucho que el fallecimiento de un presidente de un Estado poderoso, de un premio Nobel en literatura, un científico que hizo un descubrimiento notable, un actor o actriz renombrados de cine tuviera una cobertura de prensa mundial como la que ha tenido Diego Armando Maradona, extraordinario futbolista retirado de las canchas hace unos decenios. No digo que esté bien o mal, me refiero al poder de un balón de fútbol entre los que lo practican si llegan al estrellato en este deporte considerado rey.
En la vida todos buscamos fama, aunque sea un ápice, que consiste en el reconocimiento de otras personas, instituciones o países. El fútbol ha logrado una adhesión apasionada de personas que lo siguen; “hinchas” para usar una palabra actualizada. El campeonato mundial es el evento con mayor convocatoria. La “pelea” de países poderosos por ganarse la sede cada cuatro años, las gigantescas sumas de dinero que manejan las instituciones a cargo de su promoción como la FIFA y los casi inverosímiles sueldos de algunos jugadores, son argumentos irrefutables.
Los romanos decían que al pueblo hay que darle pan y circo. Lo del pan es vital, pero, el circo es fundamental en la existencia humana que busca eventos para aliviar su espíritu de las tensiones omnipresentes en las vidas. El deporte para los seguidores es quizás el “circo” más importante en el mundo contemporáneo, por lo menos en la civilización occidental.
“Soy una persona que ha dado alegría a la gente y con eso me basta y sobra”, es una de las frases que ha aportado a la historia Maradona. Estoy de acuerdo. No podría imaginar una vida en la que la alegría esté siempre ausente. Una pelota tiene más poder que cualquier objeto. (O)