Cuando me cuentan el fallecimiento del doctor Iván Moreno, entrañable amigo compañero de labores y sueños, insensiblemente la memoria me lleva a reandar pasos compartidos; el “Vicente Corral” sus consultorios y salas, el café, la biblioteca, el laboratorio; la Fundación ANDAR en Ibarra, el viaje y la lista interminable de pacientes de Imbabura y Carchi, de San Lorenzo y la frontera, del Valle del Chota, en fin, gente buscando una esperanza.
Alrededor de 10 años, con los doctores Olguer Dután e Iván Moreno asistimos, mensualmente a Ibarra, para atender en la Fundación Reumatológica ANDAR, apoyando a María Elena Ramírez en su cruzada de solidaridad con personas con padecimientos reumáticos que, del norte del país, llegan para ser valorados y tratados en este centro especializado. Salíamos en el último vuelo del viernes y desde Quito vía terrestre llegábamos a Ibarra avanzada la noche. El sábado se atendía todo el día de sol a sol y más; el domingo, salir temprano para llegar al primer vuelo de la tarde. Cuento este itinerario para graficar la calidad humana, la vocación social y el altruismo del Dr. Iván Moreno que ya demostró, tempranamente, con su trabajo comunitario estudiantil, porque de su calidad científica y profesional dan fe su desempeño docente en la Facultad de Medicina, desde la Sociedad Ecuatoriana de Reumatología, Internista del Hospital Regional e integrando esa legión de héroes que, jugándose la vida, nos protegen del Covid -19, desde la defensa de los Derechos Humanos.
El entendía la vida como un tránsito y la muerte como el retorno al ciclo cósmico y, hombre de fe, en este transitar, en todo lo que hacía buscó la perfección: lealtad, calidez y solidaridad en la amistad; excelencia científica y humana en la práctica médica; solvencia e integridad en la enseñanza: actitud, magisterio y liderazgo en el trabajo comunitario. Así le recordaremos. (O)