Cuando estudiaba el bachillerato se enseñaba que las acciones humanas tienen una finalidad, en el caso de la Política, como hasta hoy en los niveles académicos y por supuesto en nuestros hogares se nos enseñaba con el ejemplo, que la honestidad debe ser su valor central. Pero también se decía que en la práctica muchos eran los engaños, al punto que se aconsejaba estar lejos de ella, porque es como entrar a un cuarto lleno de humo del que la gente de buena fe sale llorando, como respuesta ante la frustración o ignominia causadas.
Hoy vemos que se ha caminado por sus senderos encontrando graves decepciones. La lógica de los eventos determina soluciones que la impudicia de los intereses desfigura y producen resultados contrarios al bien común, así vemos que por 104 votos que sirvieron a peculiares directrices se destituyó a la Ministra Paula Romo. Aclaro, no soy ni fui de esas tendencias.
En el octubre del 2019, que para millones de ecuatorianos fue “el octubre negro” culminó un proceso de ruptura entre el correismo extremo que alentó el derrocamiento del gobierno de Moreno y que impusieron los mismos correístas, mediando el cambio de dirección que el Presidente definió, luego de constatar la quiebra del Estado en lo institucional, financiero y social. Se abrió un cauce distinto al previsto durante la gestión Correa-Glas. Luego era imperiosa la caída del Presidente, lo que no sucedió por la acción de los ministros de Gobierno y Defensa. Ante tal realidad se explica el voto concertado de los correístas de toda gama, pero: ¿ Y, los asambleísta de CREO? Buscamos una respuesta… (O)