A los griegos de la antigüedad – un pueblo inteligente que creó las bases de la cultura occidental- no se les ocurrió decir que los deportistas eran unos tipos que solamente sabían lanzar la jabalina o correr rápido. Hoy muchos repiten a raíz de la muerte de Maradona que no entienden cómo una persona que “solamente” sabía patear una pelota y hacer goles, es objeto de tanto reconocimiento.
Los griegos valoraban en supremo grado el deporte y quienes triunfaban adquirían la categoría de héroes. Mirón produjo una obra maestra- el Discóbolo- que plasma la fugacidad del instante previo al lanzamiento del disco en las Olimpiadas. Al final de la época clásica, otro escultor, mostró patéticamente el ocaso de un luchador – El Pugilista- deformado por los golpes recibidos. Desde los primitivos Kouros que representan a atletas triunfadores, hasta el final de los tiempos clásicos, el deporte fue objeto de admiración y sus campeones se transformaron en héroes venerados como dioses.
Los griegos -que eran un pueblo inteligente- no permitían en su legislación que cualquier mortal sea representado en una estatua. Era un privilegio reservado para los dioses, los filósofos y los deportistas triunfadores en los juegos panhelénicos, especialmente en los más famosos: las Olimpiadas.
Los griegos- que eran inteligentes- no cometieron por supuesto los errores que nosotros cometemos hoy de elegir diputado al que metió el gol con que la selección clasificó al mundial o al tenista que casi gana el Roland Garros.
Maradona está sin lugar a dudas entre los grandes futbolistas de todos los tiempos. Sus debilidades humanas empañaron su imagen, pero su nombre quedará para la historia por haber sido – para muchos- el mejor de todos los tiempos. (O)