El pasillo ecuatoriano: amor, sentimiento y poesía

Jorge Terreros lleva cincuenta años tocando pasillos. Este género musical le ha dejado varias alegrías. Andrés Mazza/ El Mercurio

Agarran el requinto, agarran la guitarra, cierran los ojos, se acercan al micrófono y empieza a tocar el instrumento y cantar. Es como un paso previo, como un preámbulo que se debe cumplir, un trance por el que se debe pasar para que el pasillo fluya y se adentre en el público.

Sin ello, la poesía y el sentimiento por el que está compuesto el pasillo no tiene sentido. Las palabras, sin la pasión, son solo eso: palabras que se juntan para formar versos. O por lo menos eso piensan quienes se han dedicado a la música.

Algunos dicen: qué sería de «Tú y yo» ꟷun texto de Manuel Coello Noritzꟷ sin la música de Francisco Paredes Herrera y de las actuaciones de los hermanos Miño Naranjo. O qué sería de los versos sin las melodías de aquellos compositores que pusieron al pasillo como género musical insigne del Ecuador.

Las composiciones, la poesía y, sobre todo, el sentimentalismo, han dejado huellas que hoy se buscan que perduren a través de los reconocimientos.

Hace unos días trascendió que la UNESCO admitió el pasillo para ser examinado en las sesiones de noviembre y diciembre de 2021, luego de que el Gobierno, a través del Ministerio de Cultura, lo nominara para que sea considerado como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El amor en el pasillo

En 1972, Julio Jaramillo había sido invitado a Ondas Azuayas. Se suponía que un requinto debía acompañar a “El ruiseñor de América”, sin embargo, nunca se presentó. Fue entonces cuando alguien mencionó el nombre de Jorge Terreros, un muchachito que, si bien recién había aprendido a tocar el requinto, era considerado talentoso.

Cuando Jorge Terreros se enteró de que Julio Jaramillo quería que le acompañara, no dudó en aceptarlo. Una vez terminada la presentación, el guayaquileño felicitó a Terreros, que tenía 20 años: está bien, hermano, está bien, sigue no más, le dijo Jaramillo.

Esta historia es una de las tantas que le ha dejado a Terreros luego de incursionarse en el pasillo y en la música. Dos años antes, Jorge, que se radicó en Cuenca cuando terminó la escuela en la provincia de Cañar, grabó un par de pasillos de Rafael Carpio Abad, el compositor de la Chola Cuencana.

“Creo que no dormí dos meses porque pensaba en la grabación. Me preguntaba cómo sería. No es como ahora, que hay tanta tecnología. En el estudio uno tenía un solo micrófono en el que se acercaban todos los músicos y cantaban. Pobre del que se equivocaba. Nos tocaba empezar de nuevo”, recordó Jorge su primera grabación.

Para Jorge también el pasillo es poesía y sentimentalismo, pasión y alegrías y tristezas que evoca el amor.

“Con el pasillo decimos cosas con ternura. No decimos los ojos bonitos. Decimos: pensar que aquellos ojos han podido convertir mi existencia en un martirio. Son las formas de expresar que hacen único al pasillo ecuatoriano”, opinó Jorge.

El pasillo en Cuenca

Además de Jorge, que lleva cincuenta años cantando pasillos, está la juventud que ha buscado mantener el género musical.

Y entre ese grupo de jóvenes está Juan Pablo Yunga, de 35 años, quien desde hace una década y media se dedica a tocar la guitarra profesionalmente. Su talento lo llevó a ser requinto de Claudio Vallejo, otro de los exponentes de la música nacional.

: Juan Pablo Yunga es un joven que se ha dedicado a tocar el requinto en los pasillos. Xavier Caivinagua/ El Mercurio

A pesar de su juventud, el pasillo está presente a donde va porque este le inspira.

“Como artista, creo que uno siente diferente. Tiene que sentir para tocar el pasillo. El sentimiento que hay que poner, la letra que hay que cantar. Todo eso hay que sentirlo para que el público lo sienta”, dijo Juan, quien al tocar el requinto cierra los ojos mientras sus dedos se mueven con rapidez.

Para Juan es una suerte haber hecho su vida a través de su talento y, principalmente, del pasillo. En estos tiempos inciertos, las agrupaciones y la gente lo han buscado para que haga resonar su guitarra y su requinto.

El pasillo en Cuenca

La música de la ciudad tiene una estrechísima relación con la historia del pasillo, porque desde Cuenca han surgido célebres composiciones que hoy son consideradas hitos musicales.

Quizá ese vínculo especial se deba a Francisco Paredes Herrera, quien fue llamado “El priíncipe del pasillo”.

Paredes, que nació el ocho de noviembre de 1891 en Cuenca, compuso, entre cientos de pasillos, la música de “Alma en los labios”, un poema escrito por Medardo Ángel Silva.

La canción, que se dio a conocer en 1919, desde entonces ha sido interpretada por diversos cantantes de las distintas generaciones.

En Cuenca nació “El príncipe del pasillo”, Francisco Paredes Herrera. Xavier Caivinagua/ El Mercurio

Para algunos, de darse la declaratoria del pasillo como Patrimonio Cultural de la Humanidad, si bien será por su trayectoria y su significado para los ecuatorianos, será un justo reconocimiento para Paredes Herrera, cuyo busto ubicado en la plaza de la Música suele pasar desapercibido entre los transeúntes. (I)