Diciembre

De manera especial, en la civilización cristiana occidental, diciembre es el mes más importante del año, no sólo porque es el último, sino porque concurren dos celebraciones con un alto contenido cultural que impulsa comportamientos basados en la alegría: la navidad y el año nuevo que tienen lugar con una semana de intervalo. A diferencia de otras celebraciones generales y locales, las actividades vinculadas a estas fiestas, se extienden por más tiempo, un mes en términos generales, si bien es verdad que el “espíritu” navideño, se inicia antes, con efectos en los hábitos culturales en múltiples manifestaciones individuales y colectivas.

En este año, a causa de la pandemia que nos afecta, el ordenamiento social de diciembre debe hacer frente a alteraciones debido a medidas que las autoridades han tomado. El factor religioso es esencial a este mes y celebraciones colectivas como los pases del niño que son esenciales a nuestra identidad, deben suspenderse o limitarse notablemente. En lo económico, se ha institucionalizado el regalo como parte de solidaridad, pero el golpe que ha sufrido la economía lo reducirá notablemente, ya que se trata de la satisfacción de una necesidad no vital. Ni de lejos criticamos estas medidas, lo que importa es que las acatemos ya que el bienestar colectivo está sobre el individual.

No cabe decir si este tipo de celebraciones son mejores o peores, simplemente son diferentes lo que conlleva un factor positivo. La existencia humana se caracteriza por el cambio, si bien es verdad que lo que denominamos rutina facilita las actividades. En la situación que vivimos es importante, más allá de las quejas, buscar los componentes positivos que se dan en todo cambio. En este caso se intensifican las actividades dentro del hogar que puede contribuir a la consolidación de la familia. Aprendamos a adaptarnos positivamente a las nuevas situaciones y a encontrar innovaciones en el futuro cuando se retorne a la denominada normalidad.