No fue muy técnico, pero todos coinciden que, si hay que poner un nombre al esfuerzo, garra, entrega, coraje y corazón, ese es Donald Iván Caicedo Quintero. El recordado “Clavo” o “La Garza” recibió la convocatoria a un encuentro eterno y en una cancha celestial destinada sólo para unos privilegiados.
Fue un llamado inesperado hasta para sus más cercanos a quienes les quedará por siempre ese espíritu luchador que le caracterizó durante más de una década que defendió al Expreso Austral.
“Procedente de Emelec, donde no tuvo mayores oportunidades, logró su espacio en Deportivo Cuenca. Alto, fuerte, bartolero; iba con todo, no temía a nadie y era rápido para ir a los cierres o barrerse en carretilla”, lo describe Alfonso Harb en su libro “Pasión por el fútbol”.
Caicedo nació hace 72 años en San Lorenzo, provincia de Esmeraldas. Integró el Deportivo Cuenca desde su fundación en marzo de 1971 cuando fue dirigido por Carlos Raffo. Guillermo Jaramillo fue su compañero por tres temporadas.
“Fue un profesional con espíritu amateur, un jugador honesto y responsable que se entregaba con alma, vida y corazón”.
Hugo Barrera lo tuvo como compañero durante 11 años, tiempo en el que forjaron una gran amistad. Cuenta que este jueves 17 de diciembre le fue a visitar, pero ya había fallecido a las 07:30. Ni su esposa Adriana Álvarez alcanzó a servirle “una agüita” que bajó a prepararle minutos antes.
Caicedo estaba en pleno proceso de recuperación después de ser intervenido quirúrgicamente por una infección pulmonar en el Hospital Municipal de Patamarca. En la familia había constante oración y mucho optimismo porque años atrás ya había superado una diabetes y un derrame cerebral vascular.
Recuerdos
Barrera recuerda que junto a Messiano, Caicedo y Klinger llegaron a formar una defensa casi inquebrantable en los años que quedaron vicecampeones y jugaron la Copa Libertadores (1975, 1976). “Nos abrazábamos y decíamos: aquí no pasa nadie”.
Para el periodista deportivo Manuel Cisneros, Caicedo “representa un símbolo de garra, coraje y amor por la camiseta del Cuenca. Fue un hombre bastante humilde, un jugador muy tranquilito, sereno. No le gustaba mucho las entrevistas porque a veces cometía errores al hablar, no era de hablar muy fluido”.
“Yo estaba de capitán del Cuenca y jugábamos un partido de Copa Libertadores de América, entonces hablé y dije: doctor Alejo (Alejandro Serrano Aguilar), por favor, muy humildemente los jugadores esperamos que nos suba un poquito más el premio por partido ganado. Caicedo alza la mano: doctor, dice, apruebo la emoción de Hugo Barrera (sonríe), él quería decir la moción. Entonces le molestábamos, ven emocionado”, rememora Barrera.
Más allá de esos momentos jocosos, siempre resalta el cariño que le llegó a tener al club y a la ciudad. Tal así que se casó y tuvo dos hijas: Fernanda (39 años) y Ximena (37).
Muchos recuerdan también aquel partido en Manta cuando casi muere luego que se lastimara el hígado en un choque con el arquero.
“Eso visto así de lejos no pasa nada, pero cuando el ser humano vive en carne propia esas lesiones, pues son cosas de un jugador noble, de un jugador digno, entregado por la causa a la que está defendiendo”, resalta Jaramillo.
Anécdota del clavo
Cisneros señala que en alguna ocasión Polo Carrera denunció que “La Garza” le había pinchado con un clavo, pero había desvirtuado la realidad.
“Caicedo alguna vez nos comentó que era una aguja hipodérmica que se colocaba en la pantaloneta y con eso les pinchaba a los jugadores”.
Barrera era testigo directo de la manera en que obtenía la aguja. Caicedo llegaba donde Joaquín Landívar, médico del club en aquellas temporadas, y decía: “doctor, mi encargo…, el doctor no se imaginaba que él se ponía en la pantaloneta y les hacía volar” a los delanteros.
Jaramillo acota que Caicedo era un jugador que “hablaba a la oreja a los contrarios y de pronto les pegaba un tinguetazo en el rabo a los centros delanteros que eran los que más se quejaban”. Dice que los contrarios nunca se sentían cómodos teniéndole a Caicedo en sus orejas.
“Su juego fue siempre reacio, después fue haciéndose más técnico, pero era medio de la línea dura”.
Cuando Caicedo dejó el fútbol empezó a trabajar en entidades bancarias, hasta que se jubiló por enfermedad.
Hoy con seguridad ya se reencontró con Rodolfo Piazza, Vicente Martínez, Enrique Aguirre, Agustín Messiano y tantos otros con quienes escribió páginas doradas en su querido Deportivo Cuenca que, un día antes de su partida, sin duda le dio la gran alegría de permanecer en la Serie A del balompié ecuatoriano. (BST)-(D)
Detalle
Los restos de Caicedo fueron velados en el Camposanto Santa Ana. Este viernes recibirá cristiana sepultura.
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