En tratándose de un cuerpo colegiado, en el que confluyen disímiles corrientes políticas, aunque las más, vaciadas de contenidos ideológicos y prográmaticos, es obvio que la evaluación de la Asamblea Nacional debe apuntar a la labor legislativa y de fiscalización que produce como un todo.
Bajo ese parámetro, a decir de las encuestas y de organismos que diseccionan el trabajo de la legislatura, la evaluación resulta pésima. El apoyo popular no pasa del 4 %. Y por más que en estos últimos meses la Asamblea trató de lavar su imagen echando a ministros de Estado, o aprobando leyes anticorrupción, pero por pedido expreso del FMI para desembolsar créditos para el país, la aceptación sigue siendo la misma.
Pero no es menos cierto que en cada provincia los electores ponen sus ojos en los asambleístas que eligieron. Ahora mucho más, porque varios de ellos pretenden quedarse cuatro años más. Buscan el apoyo popular para seguir en la capital, el centro del poder político que brinda oportunidades de toda índole, y que, como todo poder, obnubila, acostumbra, enseñorea, obsesiona, y apena dejarlo.
Un informe publicado por este diario, con apoyo del Observatorio Legislativo, de las estadísticas que, proporcionada la propia Asamblea, más las versiones de los evaluados, da cuenta del trabajo emprendido por los cinco asambleístas que representan al Azuay.
Dos de ellos han presidido Comisiones, pero con distinta suerte en cuanto a resultados. Forman parte de la lista de “faltones”, aunque les sobra los justificativos. Los más, o no votaron o se abstuvieron de hacerlo para la incautación de bienes por delitos de corrupción. Dos de ellos optan por la reelección.
El citado informe, de alguna manera refleja los aportes que los legisladores azuayos han hecho en la Asamblea. No todo es negativo, claro está; pues aquel trabajo depende de coyunturas y hasta de cálculos políticos, cuando no de la Ley de la Función Legislativa.
Para los que quieren reelegirse la evaluación popular la tendrán en las urnas; pero la Asamblea en su conjunto, de la que ellos son parte, ya lo tiene, y casi ya no es necesario decirlo.