Cuando un año calendario está por terminar, es normal que, de diversas maneras, nos preguntemos què es lo más importante que ha ocurrido a nivel mundial nacional y local y que tratemos de hacer una evaluación comparándolo con anteriores. En seis días más iniciaremos el 2021 y nos preguntamos hasta qué punto se cumplieron las expectativas que tuvimos del 2020 en su inicio sopesando anhelos y frustraciones. Individual y colectivamente vivimos esperanzados en lo que ocurrirá en el futuro y los cambios que esperamos. Al pensar en el 2020, próximo a fenecer, es evidente que ha sido un año irregular ya que el COVID-19, que no estuvo previsto ni programado, trastrocó esperanzas y proyectos.
En los últimos decenios se ha dado un proceso de incremento global de la expectativa de vida por los avances de la medicina y control de enfermedades letales. A los pocos meses de iniciado, apareció este virus frente al cual, en el mundo, se ha desconocido sus efectos y posibilidades de combatirlo, poniendo un alto a la arrogancia humana que creía que todo problema tenía soluciones inmediatas. Su impacto en la economía y la organización ha sido muy duro, debido a las medidas para evitar la contaminación y apenas este último mes se habla de la posibilidad de vacunas con incertidumbres no superadas. Para bien o para mal es un problema mundial que golpea a desarrollados y subdesarrollados.
El resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos fue también sorprendente al perder la reelección el primer mandatario que con su arrogancia y ausencia de razonamiento se consideraba el “salvador” de su patria con el slogan “Ámerica first”. Esta derrota mostró que en una democracia calificada, el populismo no es todopoderoso. Es también importante la demostración de coherencia del sistema que, cumpliendo todas las normas, pasó por alto las pretensiones de este arrogante que manifestó que había sido víctima de un fraude electoral. El peso de ese país en el mundo hace que este evento, más allá de un hecho nacional, sea mundial.
