OPINIÓN |¿Cuándo la humanidad se ha preocupado de los problemas ambientales que laceran la presencia biótica en nuestra casa Tierra? Hoy la atención está centrada, sobre la pandemia del COVID-19, que no tiene solución presta ni de fácil alcance, merced a la globalización acelerada, la disciplina escasa de muchos pueblos, el hambre creciente, la miseria desbordada y la celeridad mutagénica que presenta el virus en cuestión. La crisis tiene muchas aristas, una y realmente importante es la explosión demográfica y el mundo de inequidades gestadas por el poder oligopólico que tipifica a la especie Homo sapiens y que sumerge a toda forma viviente en un océano de oscuridad y muerte, donde la necrosis es el trofeo a la tarea más compleja y bella, como es la evolución creativa de la elegancia.
Ciertamente, a la Tierra no le preocupa el accionar humano, se producirá un sacudón más fuerte que esta pandemia y el planeta quedará exento del dañino depredador, purificándose el entorno para iniciar un nuevo y constructivo ciclo, donde no sea el dinero ni lo fatuo y oxidable, lo que prime en calidad de becerro de oro como lo cita el libro de los libros, la Biblia.
Somos fríos y ajenos testigos de la masacre que se hace sobre bosques naturales para agricultura comercial en forma ilegal por conseguir materias primas como aceite de palma, carne, soja, derivados celulósicos, destrucción de biodiversidad, minería, pesca depredadora de los océanos, polución de lagos, ríos, fuentes hídricas y mares. No tenemos conciencia ni limitaciones para herir a la Naturaleza, somos el lobo degradante y sembramos el cambio climático sin medir consecuencias. Desaparecen especies vegetales y animales fruto de millones de años de un complejo proceso evolutivo, a la vuelta de la esquina y siempre por acciones antrópicas. ¿Urge nuestro cambio conductual? (O)