OPINIÓN | El siete de febrero entrante los cuencanos, además de escoger entre dieciséis binomios presidenciales e innumerables listas para asambleístas, deberemos votar por la consulta sobre minería en el cantón.
Son cinco preguntas basadas en los estudios de ETAPA, con la intención de impedir la explotación metálica a gran escala, en las zonas de recarga hídrica de los ríos Tarqui, Yanuncay, Tomebamba, Machángara y Norcay. Sin embargo, el ministerio del ramo ya determinó desde tiempo atrás, que dichas áreas quedan intangibles, pues, no son los páramos donde se recargan sino las cuencas medias y bajas. Resulta inexplicable, además, que nada se diga respecto a las mineras medianas y pequeñas, contaminantes y destructoras de medio ambiente.
Esta es, en síntesis, la temática del referendo. Pocos podrán pronunciarse basados en conocimientos técnicos cabales o adquiridos “in situ”; la mayoría lo hará simplemente a favor o contra el extractivismo en general.
Actividad muy productiva cuando emplea los avances modernos, bajo la estricta normativa fijada al efecto. Ecuador aún parece un mendigo sentado en bases de oro, plata, cobre, materiales apreciados y cuya exportación reemplazará al decreciente petróleo, para afrontar el aumento de la pobreza que, según la FAO en América Latina y El Caribe el último año pasó del 60 al 78%, pese al endeudamiento público que nos ahoga.
Ojalá esto no distraiga la atención cuencana del primordial objetivo electoral: escoger al Ejecutivo y Legislativo con el modelo ideológico-programático actual o retornarlo hacia el socialismo del siglo veintiuno, como sucede en México, Argentina, Bolivia, bajo la égida de Cuba y Venezuela firmes en la tendencia. Como sea, el pueblo tiene la última palabra, pues, la soberanía más que privilegio es responsabilidad. (O)