La Tercera Cumbre Pesquera de Ecuador, que concluyó este domingo en la isla de Santa Cruz, ha llevado el foco al archipiélago de las Galápagos, donde se analizó la sostenibilidad como eje vertebrador de esta actividad productiva.
Repartida en dos días de deliberaciones en el Coliseo deportivo de Puerto Ayora, pescadores locales, representantes de la gran industria, científicos y autoridades han abordado cómo se puede fortalecer la actividad sin dañar el entorno, así como las consecuencias del clima y las malas prácticas en un ecosistema marino único en el mundo.
Como trasfondo del encuentro, una propuesta formulada por un colectivo conservacionista para ampliar al doble el área protegida para la pesca industrial, que en la actualidad es de 40 millas, ha puesto de manifiesto las posiciones enfrentadas entre el sector pesquero y el ambientalista.
SANTUARIO ATUNERO
El sector del atún, con el encadenamiento productivo que conlleva, es uno de los más potentes del país y está autorizado a pescar dentro de la Zona de Exclusión Económica (ZEE) insular, de 200 millas, mientras que la actividad artesanal se ve limitada a 40 millas náuticas desde 1998, cuando se declaró la Reserva Marina de Galápagos.
Esta es considerada un semillero de especímenes jóvenes de atún, que cuando crecen emigran más allá del perímetro insular, por lo que quedan a merced de las grandes flotas pesqueras internacionales, con las que tienen que competir las ecuatorianas.
«El atún para Ecuador representa el 46 % de las capturas en el Pacífico», resalta a Efe Luigi Benincasa, director ejecutivo de la Asociación de Atuneros del Ecuador (Atunec).
El país se sitúa entre las cuatro primeras potencias en el ránking de la producción atunera a nivel mundial y es uno de los principales productos no petroleros de exportación, que genera alrededor de 1.600 millones de dólares al año.
El de Galápagos, señala Benincasa, «es nuestro mejor caladero y aquí sólo podemos pescar la flota ecuatoriana porque fuera de las 200 millas tenemos que competir con todas las flotas en el Pacífico. Nos da aproximadamente unas 100.000 toneladas de atún al año».
Ante las advertencias hechas sobre algunos ponentes de que se está produciendo sobreexplotación en la pesca en alta mar, Benincasa asegura que esta se realiza «responsablemente, pescamos de manera sostenible y tenemos una trazabilidad de todos los productos y barcos».
APOYO A LOS GREMIOS ARTESANALES
Representantes de la gran industria pesquera ecuatoriana han querido apoyar a los gremios de pescadores locales, que se las apañan desde hace tres décadas para llevar a cabo una actividad con el mínimo impacto ecológico, lo que no siempre se cumple, según reclaman los biólogos especializados.
Pero a diferencia de las grandes embarcaciones que son monitoreadas por la Armada ecuatoriana fuera de la ZEE, especialmente después de que en 2017 se localizara un barco de bandera china con 300 toneladas de pesca entre las que había dos especies de tiburón considerado vulnerable, la pesca menor apenas es vigilada, denuncian los conservacionistas.
El directivo de la Asociación atunera, al igual que numerosos pescadores artesanales, asegura que hasta la fecha no tienen conocimiento de un estudio que analice el impacto pesquero a todos los niveles en las aguas del archipiélago.
«No estamos de acuerdo con prohibir por prohibir», refiere Benincasa acerca de la propuesta para ampliar las limitaciones a la pesca más allá del límite actual, donde por ejemplo, está prohibida la modalidad del palangre.
PESCADORES LIMITADOS
«El sector pesquero en Galápagos juega un papel importante, mi hijo tiene derecho a continuar la actividad», afirma por su parte Gabriela Cruz, la presidenta de la Federación Nacional de Cooperativas Pesqueras del Ecuador (Fenacopec).
Critica que los pescadores locales no pueden faenar con «las artes de pesca adecuados», y asegura que son objeto de una persecución.
El investigador y biólogo marino Mauricio Castrejón es autor junto a una veintena de científicos de un informe que recoge toda la evidencia ecológica y la distribución, rutas migratorias de las especies e información pesquera.
La problemática que afecta al archipiélago, indica, es variada como la pesca ilegal, el ingreso a las áreas restringidas de embarcaciones menores que no son detectadas o el creciente aumento de dispositivos agregadores de peces, como las balsas, que tienen la función de atraer a los atunes.
Castrejón dio a conocer una propuesta en la cumbre que busca «proteger las zonas que no son de alta biodiversidad pero de poca importancia para la pesca, dejando libres las áreas donde se concentra la mayor captura de atún, dentro de la zona económica exclusiva insular de Ecuador».
La iniciativa, sin embargo, no complace a los pescadores galapagueños, que cuestionan las investigaciones y acusan a las grandes embarcaciones turísticas de destruir el lecho marino, lo que perjudica su actividad.
El encuentro ha sido a pesar de todo un espacio de diálogo y puesta en común de diferentes perspectivas al objeto de establecer un consenso entre los gremios y la industria por un lado, y las autoridades locales y el sector ecologista por otro, que de momento se ve lejano.
RESERVA DE LA BIOSFERA DESDE 2019
En 2019 todo el territorio insular y la reserva marina fueron reconocido como Reserva de la Biosfera por la Unesco, un territorio que abarca 14,6 millones de hectáreas, convirtiendo a Galápagos en una de las áreas marinas de importancia internacional más grande del mundo.
Situado a unos mil kilómetros al oeste de las costas continentales de Ecuador, está conformado por trece islas grandes, seis menores y 42 islotes, y su rica biodiversidad permitió al científico inglés Charles Darwin desarrollar su teoría sobre la evolución y selección natural de las especies. EFE