La vergüenza es un sentimiento interno de reproche ante una falta cometida que provoca rechazo colectivo. Se aplica también a obras realizadas en el sector público. En 1961, para detener el creciente abandono del “paraíso soviético”, en la Alemania dividida que incluía Berlín, los del sector oriental construyeron en esa ciudad un muro que ha pasado a la historia como “el muro de la vergüenza”; un atentado contra la libertad. Luego del colapso de la Unión Soviética, su destrucción fue un ícono de libertad.
La movilidad y búsqueda de países diferentes para mejorar la calidad de vida, ha sido una tónica de la historia. No hay que olvidar que a Estados Unidos, en buena medida, lo hicieron los migrantes desde el siglo XIX. La idea del “sueño americano”, contribuyó a su mantenimiento. Es normal que los Estados elaboren normas para regular estos procesos, pero si realmente funciona una democracia, la igualdad de todos ante la ley tiene que ser una práctica, superando prejuicios raciales y religiosos. En el caso de América Latina es explicable que su cercanía incentive a los buscadores del sueño americano.
Uno de los legados que dejó el anterior presidente de los Estados Unidos fue su política de discriminación a los latinos y la hostilidad a los migrantes de esos países a los que identificaba con delincuentes y mafiosos. Una de las “sustanciales” ofertas de su gestión fue construir un muro en la frontera con México para tratar de eliminar la migración latinoamericana con costos gigantescos. Construyó centenares de kilómetros.
Si el muro de Berlín fue calificado del muro de la vergüenza, el legado de Trump puede ser llamado “el muro sinvergüenza” por sus propósitos discriminatorios. (O)