Por si la memoria falla. El Ecuador tuvo un gobierno que controlaba todo. Todo, todito -como sabían decir-. El legislativo, el judicial, la contraloría, la fiscalía, las defensorías, las superintendencias, los órganos de control e incluso los de tutela electoral. Todito.
Pero, a la hora de manejar los dineros públicos, había exceso de descontrol. Era una suerte de derroche, contratos, represa tras represa, refinería tras refinería, limpieza de terreno tras limpieza, publicidad tras publicidad, helicóptero tras helicóptero por estrellar, avioncito y uno más para cruzar el mar.
Los jueces cuentan hoy en sus sentencias, que en ese tiempo hubo incluso hasta reparto. Grandes repartos. Importantes cuantías. Persecución, intimidación e incluso pactos a media noche. Encarcelamiento a prefectos, líderes indígenas y anti mineros, eliminación del 40 % del aporte estatal a las pensiones de los jubilados, septiembres negros que enfrentaban a policías y militares. Fallecieron y sin esclarecimiento quedó la muerte de muchos y muchos. Por ejemplo, la ex gerente de un banco que algo denunció, el general del ejercito que reveló la indebida adquisición de unas aeronaves, el ex asesor económico que evidenció uno vídeos en una suite privada donde se negociaban papelitos y luego fue el turno de su esposa, también está en la lista un periodista. Dicen que un paracaidista se salvó.
Se detenía e incriminaba a los ciudadanos, cantautores, profesores, incluso menores de edad. ¡Yuca! De hecho, se cuenta en la historia 216 adjetivos contra los que opinaban distinto. Se repasa que eliminaron la escuela rural, clausuraron la expresión artística y se tomaron las propiedades que querían y de la forma que querían.
Hicieron su constitución, sus leyes, sus reglamentos, sus decretos y también los rompieron. A propósito, cuidado caiga en la renuncia obligatoria de este recorderis. (O)