Históricamente, las sociedades latinoamericanas han elegido entre dos modelos de desarrollo. Uno heredado de la Colonia y conocido como “modelo primario exportador”, por el cual se nos asignó el rol de eternos proveedores de mano de obra barata y materia prima (Ecuador cacaotero; Ecuador bananero; petrolero, minero, etc…); y otro, surgido a mediados del siglo XX por mano de Raul Prebisch y CEPAL, donde se planteaba que no conseguiríamos salir del subdesarrollo mientras no implementemos un modelo sustentable de industrialización, sustituyendo las perniciosas importaciones por la saludable producción y consumo de las manufacturas locales, modelo del cual Cuenca es un ejemplo exitoso.
Y la historia comienza en 1958, con la aparición del Centro de Reconversión Económica del Azuay (CREA), que transformaría a Cuenca en un polo regional de desarrollo y nos conduciría a este luminoso presente, en el que ostentamos la triple condición de patrimonio cultural de la humanidad, ciudad Planeta Azul y polo industrial del sur, mostrando a nivel nacional la mayor densidad industrial per cápita y las mejores tasas de empleo adecuado. Y están, claro, los otros ejemplos. Allí está Zaruma, ciudad que se hunde sobre sí misma mientras espera los beneficios del nunca jamás provenientes de la explotación del oro; allí están nuestros pueblos orientales, que han sacrificado la selva virgen por el petróleo, del cual fueron víctimas, pero no beneficiarios, pues la inmensa riqueza terminó, como siempre, en manos de las multinacionales.
Y es así como hoy se nos plantea una delicada elección. La posibilidad, de dar un golpe de timón y asumir la agenda minera del gobierno para volver al modelo primario basado en la explotación de materias primas. O la posibilidad de mantener fijo el rumbo del desarrollo y continuar por el camino que nos ha traído hasta aquí. ¿Vamos a elegir el viejo modelo que condenaba a los territorios al sacrificio de los recursos naturales en el altar de las grandes potencias y multinacionales? ¿O iremos por la alternativa de cuidar la naturaleza y plantear nuestro desarrollo desde las vocaciones productivas y sustentables de nuestro territorio? Usted, y nadie más que Usted estimado lector, es quien elige… (O)