Las elecciones del día de ayer, en las que la ciudadanía ecuatoriana sufragó para designar a los nuevos presidente y vicepresidente de la República, parlamentarios nacionales y provinciales y miembros del Parlamento Andino, se realizaron en medio de la pandemia ocasionada por el coronavirus, por lo cual se tomaron una serie de medidas tendientes a minimizar los efectos de posibles contagios, durante la jornada electoral.
Más allá de los resultados y las controversias previsibles entre los aspirantes, resulta destacable el espíritu cívico de la ciudadanía que concurrió a depositar su voto, de acuerdo al criterio de cada cual, por los candidatos de sus preferencias, aspirando a que se den mejores días en un país que ha sido castigado no solamente por los efectos de la pandemia, sino por el azote de la corrupción, que en los últimos años se ha enraizado en sectores claves del aparato gubernamental, a más de ello la grave inseguridad que se vive en el país a consecuencia de la acción delictiva que golpea de manera inmisericorde, en prácticamente todo el territorio nacional.
Los candidatos y candidatas a las diversas funciones que estaban en juego en los comicios de ayer, ofrecieron como es lógico una serie de soluciones, según ellos, para superar la crisis económica y social, aunque poco y generalmente de manera superficial se refirieron al combate al Coronavirus mediante la campaña de vacunación, que en el país se ha iniciado con una serie de anomalías que deben ser corregidas por quienes lleguen a las máximas dignidades del estado, conforme sus ofrecimientos de campaña, que justamente les han llevado a los primeros lugares en los comicios.
Lo importante es que el espíritu democrático demostrado ayer en la jornada electoral, no se vea menoscabado mediante el incumplimiento de promesas de campaña, algunas de las cuales realmente resultarían imposibles de cumplir, por lo cual el realismo y la mesura se imponen de cara a un nuevo período.