La convivencia se viene dando desde una práctica atropelladora, debido al contexto inhabilitante e inmovilizante en el que vivimos. Cada vez es menos practicada una convivencia solidaria que afronte los retos con coraje y creatividad ante la desesperanza, desigualdad e indiferencia que nos enferma y debilita.
La práctica de diálogos críticos y reflexivos, que respondan a las necesidades de la realidad social, se agota y parece que todos buscan solo su bienestar particular. Hemos visto cuán frágil es la ideología, el pensamiento, los sentimientos frente a la ambición del poder y lo que eso significa. La mayoría, tiene temor de participar en las emancipaciones sociales o políticas, por miedo de llegar a acuerdos o mediaciones tramposas que solo queden en discursos.
Involucrémonos desde posturas diferentes, no desde el fanatismo ni el apasionamiento, sino desde la razón y el corazón, desde ese ser sentipensante, como nos dice Galeano; también, desde la memoria y la experiencia que nos dejaron huella, para apropiarnos críticamente de las complejas situaciones y del compromiso de una verdadera transformación social. (O)