La semana pasada nos dejó definitivamente Gustavo Noboa Bejarano que ejerció la presidencia de la república entre los años 2000 y 2002. El 21 de enero hubo un golpe militar que destituyó al presidente Jamil Mahuad y lo sustituyó por una “Junta de Salvación Nacional que tuvo una efímera duración pues el Congreso Nacional decidió que asuma el poder el vicepresidente del destituido para que la democracia siga su curso, superando la peste golpista que tanto daño hizo al país en el pasado. En los dos años demostró capacidad y espíritu conciliador para superar conflictos que habían surgido en el pasado cercano como el feriado bancario.
Luego de los gobiernos militares de la década de los 70 que interrumpieron la democracia, en 1979 se llevaron a cabo elecciones presidenciales en las que triunfó Jaime Roldós Aguilera; hasta 1997 se sucedieron gobiernos elegido por el pueblo que culminaron sus períodos, siendo ellos de diversas agrupaciones políticas, lo que demostraba, con optimismo, la consolidación del sistema democrático. En 1996 triunfa Abdalá Bucarán, su calamitosa administración hizo que, antes de que cumpla un año, un levantamiento popular masivo en todo el país le sacó del poder, habiéndose hasta 1998 sucedido gobernantes provisionales.
Triunfó en esas elecciones Jamil Mahuad que tuvo que hacer frente a una crisis bancaria que él no la creó. Un golpe militar reinició, por circunstancias discutibles, el golpismo de efímera duración y Noboa, en calidad de vicepresidente, asumió el poder, reiniciando la estabilidad electoral con gobiernos que han terminado sus períodos. Pese a las condiciones críticas, su honestidad y talento administrativo hizo que se regularizara la democracia. Entre otras decisiones, mantuvo la dolarización, medida polémica que impidió que en nuestro país se diera un proceso inflacionario, cuyo ejemplo más desastroso es el de Venezuela.