El panorama del tiempo es cambiante, siempre igual y siempre diferente; presentando testimonios, preguntas, sentimientos, entusiasmos, sobre los mismos temas; archivando con velocidad datos y recuerdos en la conciencia de los seres humanos hechos de arcilla moldeados y fundidos con pasión, fruto de la madre tierra sí, pero con ese soplo eterno que permite el abrazo con la vida y la muerte.
Ese ser creado, evolucionando en miles de millones de años echó raíces en la tierra y para su permanencia digna en ella escogió la libertad como su más valioso patrimonio, proeza moral para que nadie se sienta desterrado en el mundo.
La cuaresma cristiana es un tiempo para ordenar los archivos de la conciencia y examinar el uso de la libertad. Tiempo para borrar los odios, rencores y envidias; tiempo de fraternidad.
Antes las iglesias se llenaban de fieles que asistían a la predicación de los “Ejercicios espirituales” con temas sobre la muerte, el juicio final, el infierno y ola gloria, que motivaban a la reflexión, el miedo, el arrepentimiento y la oración.
Hoy, lo político coincide con el tiempo litúrgico y en vez de incentivar pasiones, debería mostrar la verdad para la unidad de los ciudadanos y el encuentro de la paz, bajo el flamear de la misma bandera patria. (O)