OPINIÓN | Somos peliaringos por naturaleza. Nuestra capacidad de disentir nos lleva a progresar y superar problemas, pero, a veces, se manifiesta en discusiones inútiles. Ante hechos de aceptación generalizada, no faltan los “genios” que hacen alarde de “pensar” diferente, para que sus nombres salgan de la vulgaridad. Que una forma de parar a la pandemia desconocida es encontrar vacunas, como ha ocurrido con otras pestes y enfermedades, es evidente. El acelerado ritmo de la investigación científica y tecnológica ha hecho que la vacuna se descubra en poco tiempo y no siglos.
Han aparecido algunas vacunas en diversos países, lo que importa es que todos los habitantes del mundo las usen para derrotar o adormecer al COVID19, lo que ha desatado una “guerra” con diversos frentes. La idea generalizada es que funcionan y el número de ciudadanos que anhelan someterse a ellas es altamente mayoritario. Pero no faltan “genios” que recurriendo a las redes sociales con la prepotencia de premios Nobel y les han declarado guerra anticipando daños mayores que la propia enfermedad. Además de las enormes ventajas, estas redes se han convertido en antros de chismología universal.
Un problema serio en estos días, es la insuficiencia de estos medicamentos lo que ha desatado una carrera entre los países para cubrir esta necesidad cuanto antes. Lo usual ha sido que en los países altamente desarrollados se satisfaga esta necesidad antes que en los menos favorecidos. Hay una buena noticia para Latinoamérica: Chile es el primer país del mundo en satisfacer masivamente esta necesidad. Hay que esperar un razonable tiempo para que se esclarezca cuál es la más eficiente, de todos modos, como alguien decía, ya hay una luz al final del túnel. (O)