OPINIÓN | Así comienza la letra de una muy linda balada de Leonardo Favio de los años sesenta, titulada “Fuiste mía un verano” y que parece, a la luz de los últimos acontecimientos, que el señor Yaku Perez y el magistrado Ángel Torres han tenido que aprendérsela de memoria y a toda velocidad.
Frente al encuentro de los dos personajes en un edificio del norte de Quito, en pleno conflicto por los resultados de la primera vuelta electoral y donde el uno es el reclamante y el otro el que va a tener que pronunciarse frente al reclamo, si cabía alguna explicación o disculpa, las mismas tenían que guardar por lo menos algo de coherencia o algo que se asemeje a la verdad, pero, decir que el encuentro fue “casual” y que, además, fue “efímero”, luce, definitivamente, como un insulto, no diré a la inteligencia, sino al sentido común de los ecuatorianos. ¿En dónde estuvieron los asesores del par de “reunidos” durante las diez o doce horas que pasaron entre que la denuncia de la reunión se hizo pública y el par salieron a enfrentarse con la prensa con semejante esperpento de explicaciones?, ¿no tuvieron el tiempo o por lo menos el comedimiento de revisar el significado de las palabras “casual” y “efímero”, y darse cuenta de que no “calzaban” en ninguna historia y contribuían más bien a terminar de embarrarla?
En la vida pública o en la trayectoria política, el doble discurso constituye una de las actitudes más vergonzosas y lamentablemente frecuente, es decir, expreso una opinión en el discurso o en la arenga política y, tras bastidores, actúo de manera contrapuesta o diferente. Lo correcto, lo sano, lo digno de respeto es que, si defiendo las posiciones honestas, diáfanas, transparentes, debo también actuar en ese mismo sentido y bajo los mismos conceptos, sea cual fuere la condición del entorno. La malhadada reunión que hemos referido, “casual” y “efímera” según la pésima argumentación de sus promotores, jamás debió haberse dado si sus protagonistas hubiesen actuado de buena fe y en estricto apego a la ley. La verdad, tan ausente de nuestra vida cuotidiana, no se la enseña con discursos sino con el ejemplo. (O)