El agua, la energía y los alimentos son esenciales para el bienestar humano y para un desarrollo sostenible. Según proyecciones mundiales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), necesitaremos en el planeta 55% más agua, 80% más energía y 60% más alimentos para el año 2050, en virtud de la presión ejercida por el crecimiento y la movilidad de la población, el desarrollo económico, comercio internacional, urbanización, diversificación de las dietas, modificación cultural y tecnológica, y cambio climático.
Entre ellos existe una interdependencia multidimensional. El agua es esencial para la producción de alimentos y energía. Por otro lado, se requiere energía para la producción de alimentos y para el suministro de agua.
Para cerrar esta relación triangular, en la producción de alimentos se consume agua, energía y suelo. La agricultura consume más de un 70 % de agua, además, ejerce una influencia negativa en este elemento por la degradación de las tierras que provoca, los cambios en las escorrentías y las alteraciones de los acuíferos.
La experiencia chilena en este aspecto descrita por el investigador Humberto Peña, destaca como fundamental contar con adecuadas políticas públicas que regulen estas interrelaciones, el avance con el riego tecnificado y el uso de energías alternativas. Se señala que los embalses juegan un papel significativo como elementos que dan robustez y seguridad al sistema, posibilitando complementarse con fuentes de energía intermitentes.
La gestión de la cuenca del Machángara liderada por ELECAUSTRO S.A. es un buen ejemplo de la aplicación eficiente de esta trilogía: provisión de agua potable para el 60% de la población de Cuenca, atención al riego, redistribución de utilidades entre las parroquias vecinas a las Centrales Hidroeléctricas, regulación de crecidas y finalmente la generación de energía limpia en 32 MW para el desarrollo del Azuay.